martes, 24 de enero de 2012

Anton Bruckner



ANTON BRUCKNER, Iglesia de San Florián, Linz, Austria.

Conviene fijarse bien en la fotografía, porque hubiera hecho las delicias de un escritor de relatos góticos: el divino y enjuto Bruckner, el músico de Dios, descansa en una cripta, bajo el Gran Órgano, rodeado de cientos de calaveras que lo vigilan desde sus cuencas vacías. Al parecer de algunos, puro catolicismo monástico, casi cartujano; al parecer de otros, puro mal gusto.

Este compositor, fervoroso de Wagner y autor de sinfonías y misas, desarrolló un estilo propio. Edificó algo en apariencia imposible: levantó catedrales de viento, columnas de sonido, esculturas verticales de aire. Tuvo fama de patán y de hombre mediocre y pusilánime. Dicen que Mahler dijo: "Bruckner fue mitad dios, mitad idiota".

La muerte de Bruckner (o, mejor, el nombre de su muerte) está entre mis favoritas. Estamos acostumbrados a que los modernos se mueran de insuficiencias, de paros, de colapsos, de cánceres. Bruckner murió de viejo, como morían nuestros abuelos, como siempre ha muerto un hombre de 72 años.

Sucedió en 1896. Trabajó hasta sus últimos días. Según algunos, sucumbió a la maldición de la Novena.

2 comentarios:

Goethe dijo...

Los señores del fondo miran un poco raro... :)

Besos.

Hamlet dijo...

Son los miembros del antiguo coro, atentos a cualquier gesto del maestro.

Besos