Libros

Tengo gustos eclécticos, lo cual es lo mismo que decir que no tengo gusto. Al principio, cuando era casi un crío, me aficioné a la literatura por culpa de los libros de texto escolares de Lázaro Carreter, que no dejan de ser una buena antología comentada.

Me gusta la poesía que le debe algo a la tradición. Me gustan los relatos breves. Me gusta Borges. Tolero algunos cuentos de Cortázar, aunque a veces me parece demasiado lánguido y dicharachero. Me gustan las memorias y diarios de otras épocas, no los del presente. Me gustan los libros de historia que se dejan leer como novelas, pero que no son novelas. Me gusta la literatura medieval, que es próxima y a la vez lejana, y que es previsible como una buena película de género. Me gusta la poesía de Quevedo. Me irritan los ripios poéticos (como la cacofonía que acabo de ejecutar), las rimas internas en la prosa, los adjetivos de más, las frases que no tienen cadencia. No puedo con la mala retórica romántica: podría decir que prefiero a Quintana. Leí una vez The wasted land, y me gustó, pero me exigió tal esfuerzo que la próxima vez escogeré placeres más distendidos.

Los libros son como las personas: son mejores si nos escupen su verdad a la cara, sin falsas humildades ni aires de grandeza, sin zalamerías ni palabrería inútil. Disfruto con la mayoría de poemas de Darío, aún puedo oler el perfume (algo desvaído por los años) de Bécquer, paladeo los renglones como surcos de Berceo, me apasiono con Cercas (aunque me molestan sus efectismos y cartones), no he podido con el Tristram Shandy de Sterne, me gusta leer a García Márquez como quien lee a un poeta, más allá de los argumentos, prefiero la tipografía Bergamo y los elzeverianos, y le exijo a cualquier libro, aún en las materias más áridas o especializadas, la misma claridad, elegancia y buen gusto que espero de una novela o un artículo cualquiera de aquel castellano, aunque nacido en Barcelona, por poner un ejemplo.

Releo lo anterior y me doy cuenta de he compuesto un retrato incompleto. Pienso que debería corregirme: en realidad, esos gustos son los de mis días pares; en los impares, me disfrazo de mí mismo, desprecio al otro que soy yo, lo enmiendo y lo corrijo y le digo que sería bueno dejarse de zarandajas y aceptarlo todo como el niño que abre el paquete que en Navidad le envían sus abuelos.

(Lo que nadie podrá echarme en cara es que no lo intenté.)

Somos lo que comemos, lo que leemos, lo que escuchamos, lo que han hecho los otros. He aquí algunos de los libros que siguen persiguiéndome.


Ahora se ha reeditado en un solo tomo. Una antología excelente, con introducción, comentarios y notas escritos con claridad y buen estilo. Una de las parcelas más interesantes de la poesía de todos los tiempos. Creo que es el mejor libro de Riquer, que ha hecho muchos libros.


Aquí está, como en una semilla, toda la poesía que ha fructificado en Europa hasta nuestros días. Sensual, erótico, algo pícaro, grave y leve, ingenioso: eso es Ovidio. La edición está muy bien prologada, anotada y traducida.


Un libro a medio camino entre la poesía y la narrativa: cada poema dejó huella durante siglos, pero la obra en su conjunto resigue una historia de amor imposible que prosigue después de la muerte. La edición de Santagata es la referencia actual.


Lo mejor es empezar por la segunda parte, mejor construida y con episodios más originales y menos tópicos. La primera es, en parte, una sucesión de gags, cuentos intercalados y diálogos. La segunda es divertida pero también melancólica. Hay muchas ediciones, pero esta es sencilla, clara, fiable y de manejo fácil.


Cartas de un extranjero que se sorprende de las costumbres y defectos españoles. Inteligente, cordial, incisivo, claro, bien escrito y de plena actualidad. Buena edición.


Cada cuento (o lo que sea) es una joya. Estilo impecable, preciso, contundente. Literatura inteligente y vertiginosa. No existe edición anotada.


Aquí nace una de las corrientes más poderosas de la literatura europea: la historia de aventuras, la novela de iniciación, el ciclo de inspiración artúrica, algunas óperas de Wagner... Un libro en verso, con un toque de ingenuidad y la sabiduría narrativa del padre de nuestras novelas en prosa. La traducción y el prólogo de Riquer son excelentes.


Lo leí en esta edición que no está mal aunque las hay mejores. Cien relatos picantes e ingeniosos que están frescos como el primer día.


Ahora se edita en un tomo de mayores dimensiones, pero sigo prefiriendo los cinco tomitos de bolsillo que se publicaron en los años 50. Uno de los grandes poetas europeos de todos los tiempos. Tiene una potencia (y una complejidad) extraordinaria. Siempre vuelvo a él.


Es tan solo una selección de los poemas del libro original, pero la traducción es de Borges. No pude resistirme. Como un patriarca bíblico, pero democrático, cósmico y optimista. Buena parte de la poesía moderna procede de él.


Aunque a veces fue un poeta malo, aquí demostró que siempre fue un buen prosista. Memorias curiosas: se justifica, se defiende, ataca un poco y relata anécdotas para todos los gustos. Viene a ser un resumen de la historia de la poesía durante el siglo XX.


En la edición que tengo cambiaron la portada, pero es lo mismo. Me gusta porque es un amor humano, sin las pretensiones de nuestros poetas. Imposible aburrirse. Traducción eficiente.


Un libro inolvidable, escrito con mucha astucia y que gusta a grandes y pequeños. Esta edición es ejemplar en todos los sentidos.


No sé cómo llegó esta edición de Las mil y una noches a casa de mis padres, pero me recuerdo a mí mismo leyéndola sobre la alfombra, saltando de un lado a otro de su laberinto y deleitándome con los grabados de Pla.


La primera vez, la leí sin entenderla, pero me fascinó. Los domingos hablaba de ella con un amigo que tampoco la entendía y nos pasaban las horas entre billares, futbolines, pizza y alguna cerveza.


Los cuentos me impactaron profundamente, tal vez más que La metamorfosis. Me sorprendió, entre otras cosas, la frialdad del narrador, que es el personaje más enigmático de estos relatos.


Una novela que no promete nada y que cuenta una historia un poco tópica, pero que lo hace de manera maravillosa. Se puede respirar el olor atlántico de Lisboa y se puede ver su luz tenue y melancólica. Rodaron una película, pero me quedó claro que Mastroianni no es Pereira.


Aunque parece prosa, esta poesía está más cuidada y meditada de lo que parece. Los poetas de la experiencia eran cotidianos, reflexivos, algo filosóficos y con dosis justas de pragmatismo y melancolía. Gil de Biedma fue el mejor de todos ellos.


A veces sucede que leemos un libro y nos gustaría haberlo escrito nosotros. A mí me pasa con esta novela de la que no me creo el argumento pero en la que admiro el estilo y la humanidad de narrador y personajes.


Cuando quería, escribía cuentos perfectos con una economía de medios y una sencillez asombrosas. Cuando no quería también escribía bien, casi sin proponérselo.


Una de esas novelas que nos marcan (para bien o para mal) desde la adolescencia. La historia de un vacío y una crisis que se prolongan hasta nuestros días.


Hay ediciones mucho mejores, pero esta es la que memoricé en mis años sentimentales. A diferencia de otras lecturas de juventud, esta ha mejorado con los años.


No quiero pecar de exagerado, pero creo que esta es la novela más profunda y perfecta que se ha escrito en castellano. Otras son más divertidas, más cordiales o más ambiciosas, pero Pedro Páramo les gana en misterio, sabiduría y capacidad para perdurar en la memoria durante décadas.

2 comentarios:

Goethe dijo...

"El lazarillo de Tormes", Bécquer y "Las mil y una noches" me transportan a las largas noches de la infancia, en las que devoraba aquello que encontraba por las estanterías de casa, obedeciendo a una imperante (y desordenada) necesidad por conocer.

Kafka, "El árbol de la ciencia", Cadalso y García Márquez me encontraron durante la adolescencia. Fue una lectura más orientada, entonces ya dominaba el rumbo de aquello que me gustaba leer y sabía apreciar lo que me aconsejaban. Aunque he de reconocer que, finalmente, fue la literatura la que acabó orientando mi vida.

Ovidio, Petrarca, Ausiàs March, Cervantes, Chrétien de Troyes, Catulo, Cortázar, Rulfo y Riquer fueron lecturas universitarias, mucho más profundas y demoledoras.

Aún le tengo demasiado respeto a Borges y no he conseguido encontrar el momento para perderme con la suficiente confianza entre sus páginas. Boccaccio, parte de Neruda y Gil de Biedma siguen siendo asignaturas pendientes. Whitman fue mi último descubrimiento, tardío pero revelador.

No obstante, si tuviera que escoger una de estas lecturas, me decantaría por "Sostiene Pereira" de Tabucchi. Alguien tuvo la paciencia de leerme largos fragmentos de esta novela, mientras yo conducía un coche, durante una preciosa tarde de primavera. El brillante futuro nos esperaba y literatura y vida se unieron en una mezcolanza perfecta, dibujando una profunda y bella marca en el calendario de mi memoria.

Gracias :)

Un beso.

FRR dijo...

Lo bueno de los libros es que te marquen la vida. Está muy bien que ese haya sido tu caso (y el mío), y que en esa encrucijada nos hayamos encontrado. Besos.