martes, 31 de enero de 2012

Un disco de Morton Feldman


Que no se diga que no lo intento. Es la primera vez que escucho algo de este compositor, pero sigo sin comprender la música moderna.

Está claro que a Feldman no le interesan las melodías: prefiere recrearse en las texturas, en los timbres, en el sonido aislado de cada instrumento. Los conciertos que acabo de escuchar (para oboe y para piano) recuerdan a un niño tímido que se acerca al piano prohibido y toca una nota, comprueba que nadie lo ha descubierto, toca dos, deja pasar un silencio... Combinación exacta de sonidos aislados y silencios. Blanco y negro. El piano, en su concierto, no es protagonista: cae alguna que otra nota cada minuto, cada minuto y medio, como para acallar a la orquesta con gravedad y calma. El oboe, en el concierto correspondiente, no parece oboe, sino un cuchillo afilado que taja lentamente, y después un punzón que perfora sin prisas. En conjunto, es una música estática, que no avanza hacia lugar alguno, que no llega, que dosifica sus pocos elementos, que se reduce a lo mínimo, que parece siempre igual a sí misma, que siempre es serena, inquietante y algo monótona.

Sensaciones asociadas: un lienzo en blanco donde las gotas van cayendo sin prisa, lentamente, con sutileza; donde importan los colores y el tacto de cada mancha, no el cuadro; donde importa más el lienzo en blanco que las propias manchas. Un campo de batalla solitario, entre la niebla. Una serenidad sin conciencia. Negro, gris, blanco. Una superficie suave pero desagradable, como el lomo de un cocodrilo. Un mundo sin Dios, abandonado, casi vacío, en germinación inútil. Algo estéril, deshabitado. Una casa vacía con fantasmas. Terror plácido.

En la grabación hay ruido de fondo y se escucha a los músicos moverse: ese trasfondo refuerza la idea de una música para espectros que no terminan de manifestarse, que solo asoman un dedo o la cabeza.

lunes, 30 de enero de 2012

Hallstatt


Cementerio católico de HALLSTATT, Austria.

El poeta Paul Valéry soñó con un Cementerio marino en uno de los mejores poemas del siglo XX. Este no lo es, pero casi: está a orillas de un lago. Sus lápidas no son de piedra, como dice el nombre, sino de madera. A sus pies crece la hierba, y hay flores de colores. Es un lugar recoleto e íntimo. Silencio y rumor de hojas. El lago trae una brisa fresca y húmeda. Sin duda, uno de los cementerios más hermosos que he pisado.

Junto al camposanto, uno de los osarios más interesantes del mundo. El rito es sencillo: cuando han pasado 20 o 30 años tras el entierro, se exhuman los restos del difundo, los familiares limpian y blanquean los huesos, estampan el nombre y las fechas de nacimiento y muerte sobre el cráneo y añaden bonitos ornamentos de colores, con dibujos de flores, hiedras u hojas de roble. Resultado: 1500 cráneos de los hallstattienses que han vivido en este pueblo idílico desde el siglo XVI.



Lo que para algunos es macabro o extravagante, para otros constituye una muestra de respeto y una manera esperanzada y original de decir que tras la vida aún existe una posibilidad para la belleza.

domingo, 29 de enero de 2012

Hasta aquí

Esta la leí hace unos años y me hizo mucha gracia:


En castellano: "Hasta llegar aquí, todo fue bien". Imagino que después lo taparían con un mármol más serio.

Tu fui, ego eris

En la red hay muchas lápidas chistosas, la mayoría falsas. Esta parece auténtica:


Los versos, un poco ripiosos, son la traducción de una conocida sentencia latina.

Una tumba faraónica: Napoleón


Napoleón, bajo la Gran Cúpula de Les invalides de París. Contiene seis ataúdes, uno dentro del otro: de hierro, de caoba, de plomo (dos veces), de ébano y de encina. El sarcófago que los contiene a todos es de pórfido rojo. Como los faraones.

Franz von Suppé



FRANZ VON SUPPÉ, en el Cementerio Central de Viena.

Compositor de operetas, ballets y vodeviles. Principales obras: Caballería ligera, Mañana, tarde y noche en Viena, Poeta y campesino.

Nació como Francesco Suppé-Demelli, pasó su juventud en Croacia, se trasladó a Viena y germanizó su nombre. Sé que conoció el éxito y murió cuando tenía 76 años, pero ignoro las circunstancias de su muerte. Por ello, copio la necrológica que publicó el New York Times el 9 de mayo de 1895:


Su música ha pasado de moda, pero algunas chispas siguen brillando. Por ejemplo, en los dibujos animados, que son el medio más eficaz para que un niño siga recordando ciertas melodías cuando se convierta en un hombre.

Este corto de Bugs Bunny, además de utilizar la pieza Mañana, tarde y noche en Viena de Suppé, es una divertidísima parodia de un concierto de música clásica, con sus toses, su director quisquilloso, sus manías y sus aspavientos:

Franz Schubert


FRANZ SCHUBERT, en el Cementerio Central de Viena.

Murió cuando solo tenía 31 años, pero dejó uno de los legados más admirables de la historia de la música: entre otras obras, más de 600 lieder, 7 obras de cámara, 9 oberturas y 12 sinfonías. Nació tocado por la música.

1822. Schubert transcribe, con todos los detalles y con buena letra, los dos primeros movimientos de la sinfonía que hoy llamamos Inconclusa. El tercer movimiento se conserva en parte orquestado y en parte en versión para piano: es, por lo tanto, un mero esbozo. Falta el último movimiento, que quizás sea el entreacto de Rosamunda. El compositor le entrega la partitura a su amigo Anselm Hüttenbrenner. Schubert muere. El amigo la guarda en un cajón durante 37 años. Cuando se da cuenta de que su final está próximo, la hace pública. Hoy, sigue siendo una de las obras más emocionantes y enigmáticas del repertorio sinfónico. Varias preguntas siguen sin respuesta: ¿por qué Schubert no la terminó en los seis años de vida que le quedaban? ¿Por qué su amigo la guardó primero y la sacó a la luz casi cuarenta años después?

1828. Schubert, que había portado una antorcha durante el funeral de Beethoven, muere en la cama. La sífilis, cuyos efectos había empezado a percibir cuando componía la Inconclusa, es la culpable. Sus últimas palabras, mientras volvía la cabeza hacia la pared: "Aquí, aquí llega mi final". Después creyó que estaba muerto sin estarlo, y preguntó a su hermano: "¿Estoy enterrado junto a Beethoven?". Murió de verdad. Murió dos veces. El hermano creyó que la duda era un ruego, e hizo lo imposible por darle sepultura junto a su ídolo, en el cementerio vienés de Währinger.

1888. El viejo cementerio es clausurado, y los restos de Schubert y Beethoven son trasladados al Central, donde siguen a escasos metros el uno del otro. Schubert así lo quería, y parece que a Beethoven la compañía no le hubiera desagradado.

A pesar del décalage entre las fechas de composición y muerte, la Inconclusa sigue siendo el símbolo de Schubert: la vida y la obra frustradas, el truncamiento, la interrupción prematura, la promesa de otras obras maestras que no pudieron ser.

Cuando moría un joven con talento, los antiguos solían echarle en cara a la muerte que se llevara a los mejores en la flor de la vida y dejara envejecer a los mediocres e inútiles. A veces, esos mismos antiguos daban con la respuesta: imaginaban que la muerte es una amante celosa que tiene prisa en completar su cortejo de genios.

sábado, 28 de enero de 2012

Josef Strauss




JOSEF STRAUSS, también en el Cementerio Central de Viena.

Compositor. Obra: valses varios.

El hijo de Johann, creador del vals vienés, no quería ser músico, sino ingeniero. Pero su hermano Johann, superado por el éxito de su orquesta, cayó enfermo varias veces, y Josef tuvo que sustituirle. Aquel dijo de este: "Josef es el mejor dotado para la música de los dos; yo, simplemente, soy el más popular". Las composiciones de Josef son románticas y ligeramente melancólicas.

1870. En Varsovia, durante un concierto, Josef cae desplomado desde el podio. Muere en Viena un mes más tarde. Tenía 42 años. Fue enterrado en el cementerio de Saint Marxer, y en 1905 fue trasladado a esta especie de olimpo o parnaso musical, donde reposa con los suyos.

Johann Strauss, padre




JOHANN STRAUSS, PADRE, en el Cementerio Central de Viena (hasta 1904, en el cementerio Doblinger de la misma ciudad).

Compositor. Principales obras: vals vienés, Marcha Radetzky.

En la actualidad, la Nochevieja del Musikverein de Viena es coto de aristócratas, políticos, artistas y personajes pudientes. El vals vienés, sin embargo, no siempre fue un caramelo palaciego.

Strauss se hizo a sí mismo. Su madre murió cuando él tenía 7 años, y su padre (que era posadero) pereció ahogado cinco años después. Strauss aprendió el arte de la encuadernación, pero pronto sintió que la música era su auténtica pasión. El resto es historia bien conocida: trabajó en la orquestilla de Lanner, creó la suya y compitió con su antiguo mentor, dio giras por pueblos, aldeas y ciudades, transformó la música popular de Austria en lo que hoy llamamos vals vienés, alcanzó a pisar los palacios, fue uno de los primeros en cobrar por la entrada a sus conciertos y bautizó sus valses con nombres propios para mejor vender sus partituras. Strauss, el padre, no solo inventó el vals vienés: también creó su mercadotecnia y su prestigio, que aún duran.

Falleció en 1849. Uno de sus hijos bastardos le había contagiado la escarlatina, como si su muerte fuese la expiación de sus pecados. Otro hijo, el Johann legítimo, llevaba años haciéndole sombra con su propia orquesta, como si el destino hubiera querido que el hombre que pisó a Lanner fuera pisado por su propio vástago.

A veces, los hombres tienen gestos de generosidad cuando les llega la hora última. Lanner, su rival, había muerto en 1843. Strauss, el padre, pidió ser enterrado junto a él, no para seguir haciéndole sombra más allá de la vida, sino (así hay que creerlo) para tener a alguien con quien recordar los viejos tiempos durante los largos domingos de la muerte.

Cementerio Central de Viena

Era verano, hacía sol y daba gusto pasearse por el Cementerio Central de Viena. En este y en el de Père Lachaise de París se encuentra la mayor concentración mundial de músicos. En el vienés, casi todos están agrupados en un anfiteatro de honor. La foto que le eché al panel de la entrada puede dar una idea de lo que va uno a encontrar:


No se ve muy bien, pero está ampliado AQUÍ.

Más nombres ilustres del mismo cementerio, AQUÍ.

Es, como digo, muy agradable y cómodo, pero pienso que tienen más encanto los cementerios en los que uno tiene que hacer de explorador y buscar las tumbas desperdigadas.

La Milagrosa




LA MILAGROSA, en el Cementerio Colón de La Habana.

Lo malo de este cementerio es que apenas hay árboles: en agosto, algunos turistas preferían alquilar un taxi y recorrerlo sin sufrir el sol infernal que caía a plomo. Pero claro: si no es a pie, no tiene encanto.

Esta es la tumba más popular del cementerio.

La leyenda: Dicen los que saben que Amelia Goyri, rica aristócrata, se enamoró de un chico pobre contra la voluntad de sus rancios padres. Se casaron, quedó en estado y murió cuando daba a luz, el 3 de mayo de 1901. Tenía 24 años. Fue enterrada junto a su hija, que también falleció en el parto. Su esposo perdió la razón y, durante años, acudió a visitarla todos los días para hablar con ella y pedirle en voz alta que despertara. "¿Cómo te encuentras hoy, Amelia?", "Despierta, Amelia", eran algunas de las frases que le dirigía. Siempre vestía de negro. Antes de despedirse, golpeaba las cuatro argollas de las lápidas. Luego se retiraba tranquilamente, caminando hacia atrás para no darle nunca la espalda a su amada y a su bebé, y regresaba esa misma tarde o, a lo sumo, al día siguiente. Años después, abrieron la tumba y descubrieron que la madre estaba abrazada a la hija.

La tumba se hace famosa. Se le atribuyen nuevos milagros. El viudo exige que se detenga aquel flujo de visitantes que perturba la paz de su esposa. No le hacen caso.

En 1909 se añadió la escultura, que celebra la maternidad (el bebé) y el sacrificio (la cruz). La mujer de mármol está inspirada en fotografías de la difunta. Alrededor del sepulcro, docenas de exvotos.

Rito a seguir: tocar las cuatro argollas, rodear la tumba, solicitar el milagro y alejarse de ella sin darle la espalda.

Siempre hay flores, habaneros y turistas.


Cementerio judío de Varsovia




No es conocido por sus muertos ilustres, y en realidad ni siquiera es conocido entre los visitantes.

CEMENTERIO JUDÍO, Varsovia, Polonia.

Tiene el encanto de los cementerios abandonados. Efecto contraste: la dejación, el silencio y el olvido emergen en pleno centro de una urbe bulliciosa, como un paréntesis o un agujero. Solo las tumbas de la entrada (donde se concentran las comitivas de turistas israelíes) están algo adecentadas. Pero si uno se adentra hasta el corazón del recinto, donde es muy fácil desorientarse, empezará a perder los caminos, tendrá que apartar la maleza con las manos y sorteará a cada rato lápidas caídas, troncos tumbados y panteones derruidos.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, los judíos formaban el 30% de la población de Varsovia. En total, 350.000 personas. Hoy solo queda este cementerio en ruinas que no tiene a nadie que lo visite.

Fragmento del muro del ghetto, memorial a los pies, dentro del cementerio:



(Las fotos vuelven a ser mías.)

Cementerio judío de Breslavia





La historia se repite en todas las ciudades de Polonia. En verdad, en todas las ciudades de Europa.

CEMENTERIO JUDÍO de Breslavia (Wroclaw), Polonia.

No tiene las proporciones enormes de su equivalente en Varsovia, pero sigue siendo impresionante. Su belleza es la de un templo milenario abandonado en una selva de Oriente, con sus mosquitos, sus gatos y su silencio. Nadie lo visita, pero ahí sigue, combatido y derrotado por el tiempo. Estas lápidas caídas y estas ruinas comidas por el verdín dan fe de que en Breslavia hubo 15.000 judíos hasta hace no muchos años.

Como en el caso anterior, tampoco aquí queda nadie que las visite. Muy de tarde en tarde, y si hay suerte, algún turista ocioso como nosotros husmea entre los escombros e intenta descifrar unas letras que ya empiezan a borrarse.


El gato y el tiempo




Un capricho.

En el cementerio judío de Wroclaw me llamó la atención ese gato que está sentado sobre una tumba.

He tenido varios animales de compañía, pero nunca gatos, quizás porque desconfío de ellos. El arte y la literatura los han asociado con la brujería, con el mal, con el misterio. Poe lo empleó para inquietar a sus lectores; Lovecraft los paseó por sus relatos de terror; los antiguos observaron que hay algo divino en él. A mí me gusta lo que escribió Neruda en su Oda al gato: "...no puedo descifrar un gato. / Mi razón resbaló en su indiferencia, / sus ojos tienen números de oro". También me gusta aquel poema de Baudelaire donde dice: "amigos de la ciencia y del placer amable, / van buscando el silencio de penumbra sombría". Pero me gusta, sobre todo, aquello que escribió Borges:

Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.

El gato, que vive fuera del tiempo y nos observa con indiferencia, es ahora el símbolo, el guardián y el dueño de este cementerio detenido y olvidado.

jueves, 26 de enero de 2012

Pau Casals



En un cuento de Kafka, un hombre intenta todos los días visitar el pueblo de al lado, pero siempre le surgen obstáculos. Muere sin conseguirlo. Eso me pasa a mí: he aquí otro vecino a quien no he visto.

PAU CASALS, en el cementerio del Vendrell, honrado con una vistosa ofrenda floral.

Cuando tenía 9 años, asistió al circo y vio un violonchelo. Desde entonces, se enamoró de aquel instrumento noble, grave, sutil, capaz de emocionar como pocos pueden hacerlo. Peret 'el barber' (Perico 'el barbero'), su vecino, le construyó uno con una calabaza. El pequeño Pau no podía saber que, gracias a los payasos y a las artes del barbero, estaba germinando uno de los mayores violonchelistas de la historia.

Creció. Se hizo amigo de los mejores músicos de su época, dio conciertos en todo el mundo, fundó la orquesta que lleva su nombre, se exilió a Francia y Puerto Rico, compuso el himno de las Naciones Unidas, tocó ante Kennedy en la Casa Blanca y (lo más importante) dio nueva vida a las Suites de Bach, hasta entonces olvidadas y desde entonces imprescindibles.

1973. Fallece en Puerto Rico de un ataque al corazón. Dicho con palabras más poéticas: muere de viejo. Tiene 97 años.

1976. Vuelve la democracia a España, que él no alcanzó a ver. Sus restos son trasladados al cementerio del Vendrell, donde nació.

Hace muchos años, los nazis amenazaron con quemarle las manos; no sé cómo fue enterrado, pero no cuesta nada imaginarlo bajo la tierra de sus padres, las manos íntegras, un chelo de calabaza entre ellas, la memoria ocupada por payasos de circo, en un sueño sin tiempo donde el anciano se confunde de nuevo con el niño.

Enrico Caruso







ENRICO CARUSO, en el cementerio Del Pianto, Nápoles.

No tenía una técnica irreprochable, pero su voz era viril y dulce, y marcó toda una época. Además, fue la estrella prematura de la discografía: su primera grabación es de 1902, cuando se usaban cilindros acústicos, y desde entonces no ha dejado de estar presente en todos los formatos.

Durante sus últimos meses tuvo que convivir con una dolorosa enfermedad. Quizá la responsable última fuera una columna de un decorado escénico, que le cayó sobre el pecho. Sea como fuere, desarrolló una pleuresía purulenta, que lo obligó a interrumpir conciertos y lo mantuvo en la cama aullando de dolor. De nada sirvió que lo operasen siete veces: en 1921, mientras se bañaba en su habitación del hotel Vittoria de Nápoles, acabó su tormento. Desde entonces, la suite se ha conservado intacta:



Caruso vivió con intensidad, se casó varias veces, cortejó a muchachitas jóvenes, cantó, bebió y rió. Pero también sufrió mucho, como si una ley compensatoria rigiera nuestros destinos. Hoy, su voz nos llega desde muy lejos, como si surgiera de la noche de los tiempos y en ella la potencia y la dulzura se vistieran de un aura espectral, no exenta de encanto.

Durante ocho años, los napolitanos pudieron ver su cuerpo embalsamado, inmóvil detrás de una vitrina.

martes, 24 de enero de 2012

Karl Böhm



Parece mentira, pero ningún melómano lo ha fotografiado. Paciencia y barajar.

KARL BÖHM, en el cementerio de Steinfeld, Graz, Austria.

Director de orquesta. Especialidades: Mozart, Strauss, Wagner.

No hay duda de que fue uno de los mayores directores del pasado siglo. Las óperas de Strauss (del que era amigo) son patrimonio suyo. Nos dejó, además, grabaciones espléndidas del Anillo de Wagner. De todas las oberturas que he escuchado del Tristán, la suya es la que prefiero.

Los biógrafos suelen suavizarlo, pero no hay que llamarse a engaño: Böhm admiró la utopía nazi, saludó con fervor el ascenso de Hitler y creyó que con él el mundo sería mejor. Escogió el bando equivocado. La grandeza de sus trabajos posteriores (en Bayreuth, en Viena, en Salzburgo, en Nueva York) invitan a disociar al hombre político y al músico; a olvidar, en fin, aquello que no debería preocupar a un melómano.

Böhm murió en Salzburgo, durante el Festival, en 1981. Tenía 86 años. Preparaba los ensayos de Elektra, esa ópera oscura y llena de horrores donde la esposa mata al marido y el hijo asesina a la madre. No sé qué hubiera opinado Ancerl.

Anton Bruckner



ANTON BRUCKNER, Iglesia de San Florián, Linz, Austria.

Conviene fijarse bien en la fotografía, porque hubiera hecho las delicias de un escritor de relatos góticos: el divino y enjuto Bruckner, el músico de Dios, descansa en una cripta, bajo el Gran Órgano, rodeado de cientos de calaveras que lo vigilan desde sus cuencas vacías. Al parecer de algunos, puro catolicismo monástico, casi cartujano; al parecer de otros, puro mal gusto.

Este compositor, fervoroso de Wagner y autor de sinfonías y misas, desarrolló un estilo propio. Edificó algo en apariencia imposible: levantó catedrales de viento, columnas de sonido, esculturas verticales de aire. Tuvo fama de patán y de hombre mediocre y pusilánime. Dicen que Mahler dijo: "Bruckner fue mitad dios, mitad idiota".

La muerte de Bruckner (o, mejor, el nombre de su muerte) está entre mis favoritas. Estamos acostumbrados a que los modernos se mueran de insuficiencias, de paros, de colapsos, de cánceres. Bruckner murió de viejo, como morían nuestros abuelos, como siempre ha muerto un hombre de 72 años.

Sucedió en 1896. Trabajó hasta sus últimos días. Según algunos, sucumbió a la maldición de la Novena.

lunes, 23 de enero de 2012

Benjamin Britten


BENJAMIN BRITTEN, cementerio de San Pedro y San Pablo, Aldeburgh, Reino Unido.

No es un secreto que Britten era homosexual, como tampoco lo es que su gran amor fue el tenor Peter Pears. De ahí las dos lápidas, bajo las cuales reposan ambos.

Britten fue uno de los grandes compositores del siglo XX. Principales obras: Réquiem de guerra, Peter Grimes, La vuelta de tuerca.

En 1976 falleció de una insuficiencia cardiaca en Aldeburgh, de donde era barón y donde está enterrado.

Las coincidencias son curiosas: Britten padecía el mismo mal que acabó con Mahler; Britten quiso abandonar su última gran ópera, pero Pears lo animó a continuar; la ópera, por la que Britten renunció durante meses a cualquier intervención médica, era Muerte en Venecia. Es una ópera profundamente misteriosa, hierática, inquietante, ambigua.

Jacques Brel



JACQUES BREL, cementerio de Atuona, Polinesia francesa.

Es improbable que algún día la visite, aunque nunca se sabe: en un cuento de Cortázar, un hombre de negocios avista todas las semanas desde el avión una islita minúscula en el océano. Sueña con ella, la imagina plácida y agradable, toca en sueños sus arenas, la anhela como un oasis que podría liberarlo de su vida ajetreada. Un día se decide: lo deja todo y llega a la isla. Entonces ve en el cielo el avión que debería haber tomado. Hay humo. El avión cae al agua. No hay supervivientes.

Jacques Brel, el gran cantautor, era belga, no francés. Aunque la orquestación de sus canciones ha envejecido peor que la guitarra de Brassens, nos ha dejado himnos sardónicos y piezas románticas que han sido la banda sonora de muchos amantes. El mejor ejemplo: Ne me quitte pas.

Su final es admirable.

1973. Hace años que decidió no volver a cantar. Ahora, decide que lo dejará todo. Se instala en la Polinesia francesa, se compra un velero, trampea las horas pescando, ayuda a los lugareños transportándolos en el avión-taxi que él pilota.

1977. Un cáncer de pulmón lo obliga a volver. Podría decirse que regresó a París para morir. Sucedió en 1978.

Sus despojos fueron devueltos a la Polinesia, donde reposa muy cerca de Gauguin. Es (qué duda cabe) el veraneante eterno, el que se pasa la muerte de vacaciones, como quería Brassens. Es, además, el protagonista del cuento de Cortázar, que nos observa sin envidia desde su paraíso.

Georges Brassens





Tenía que ponerlo.

GEORGES BRASSENS, en el cementerio Le Py, en Sete, Heraut, Languedoc-Roussillon, Francia.

Este cantautor ha marcado a varias generaciones, incluso tras su muerte. Ácrata, anarquista, ácido, irónico, bienhumorado, buen vividor, siempre tocaba acompañado de su guitarra. Sus letras (y sus melodías) son espléndidas.

Murió en 1981 de un cáncer de colon. La noticia conmocionó a Francia. Lo han cantado en 21 idiomas.

En una canción dijo que quería ser enterrado en la playa de Sète, frente al mar y bajo los enamorados y los turistas. Casi lo consigue: no está bajo la arena, pero reposa en Sète, frente al mar, junto a los suyos, en un hermoso cementerio que bien merece una visita.



Súplica para ser enterrado en la playa de Sete (audición obligatoria):


Sí, lo consiguió: está a los pies de un pino, que le da sombra.

Dennis Brian



DENNIS BRIAN, cementerio de Hampstead, Londres.

Trompetista. Principales grabaciones: conciertos para corno de Mozart.

Sus grabaciones junto a Karajan y la Philharmonia aún son la referencia. Tenía 24 años y ya era el principal solista de corno de Inglaterra.

Su muerte fue prematura. Amaba los coches. Dicen que, en las sesiones de grabación, tocaba de memoria mientras leía la revista Autocar, que ponía sobre el atril en lugar de la partitura. En 1957, volvía de un concierto en Edimburgo y se estrelló al volante de su deportivo Triumph. Tenía 36 años, y muchas grabaciones pendientes que no pudieron ser.

El corno nunca ha sido un instrumento estrella: Brian enseñó que podía ser más hermoso que un violín. Sus grabaciones, como ya se ha dicho, son todavía legendarias.

Johannes Brahms


JOHANNES BRAHMS, en el Cementerio Central de Viena.

La concentración de genios garantiza un flujo constante de visitas, genuflexiones y flores. En efecto, se da la mano con Beethoven, Schubert y el monumento dedicado a Mozart, por citar solo a los grandes.

Dicen que era huraño, solitario, descuidado en su persona y algo tacaño. Pero también es cierto que solía pasear por los bosques que rodeaban Viena, y que llevaba caramelos para los niños.

Murió en 1897 de un cáncer de hígado o páncreas. Tenía 63 años.

Alexander Borodin



ALEXANDER BORODIN, monasterio Alexander Nevsky, San Petersburgo, Rusia.

Compositor. Principales obras: Príncipe Igor, Danzas polovotsianas, En las estepas del Asia central.

Miembro del Grupo de los Cinco, junto a Mussorgsky y Rimsky-Korsakov.

A veces, las muertes se encadenan: en 1881, la muerte de su amigo Mussorgsky afectó profundamente a Borodin. Desde entonces, sufrió varios ataques de corazón y una crisis de cólera. En 1887, padeció un nuevo ataque durante un baile de máscaras y falleció. Su esposa lo acompañó cinco meses después.

Difícil imaginar una muerte más teatral: el dolor por el amigo, el baile aristocrático, la muerte enmascarada y nocturna, la orquesta que interrumpe la música, las correrías nerviosas, la esposa fiel.

Leonard Bernstein



La fotografía es excelente (no es mía; no tuve tiempo de acercarme cuando estuve hará ocho años).

LEONARD BERNSTEIN, cementerio de Green-Wood, Brookling, Nueva York, sector G, n.º 43642.

Compositor y director de orquesta. Como compositor: West Side History, Candide. Como director: Barber, Mahler, Copland, Shostakovich.

Fue un maestro de la gesticulación exagerada, pero dirigía con pasión. En los vídeos de su integral de Mahler, lo normal es que termine el concierto absolutamente sudado. Dirigió la Filarmónica de Nueva York y fundó la de Los Ángeles.

Quienes lo hayan visto en entrevistas sabrán que Lenny (como lo llamaban los suyos) era fumador. Lenny murió en 1990 de un enfisema pulmonar. El día de su entierro, los bomberos de Nueva York se quitaron los cascos a su paso y lo saludaron al grito de: "¡Goodbye, Lenny!".

El cementerio está en el punto más alto de Brookling. Su tumba está en el punto más alto del cementerio, rozando el cielo. Junto a él, su esposa. Pegada a su corazón, una copia de la Quinta de Mahler.

Beethoven



Ahora me da pereza buscar las fotos, así que pongo una de internet.

BEETHOVEN, en el Cementerio Central de Viena, grupo 32 A, n.º 29. Está acompañado por Brahms y Schubert, así que solo hay que seguir a los turistas.

Los austriacos son muy limpios, ordenados y ornamentales, así que siempre hay flores municipales y privadas.

No hablaré de su vida (sus ideales, sus éxitos y fracasos, su sordera), muy conocida, sino de su final. Envejeció prematuramente, los vieneses evitaban cruzárselo por las calles, desatendió la limpieza de su casa y de su persona, alguna vez fue arrestado porque lo confundieron con un mendigo... Pero estas miserias encubrían una creatividad impresionante: cuando muchos pensaban que, además de sordo, estaba loco, escribió la Misa solemne, y escribió la Novena Sinfonía.

Finales de 1826: neumonía, edema abdominal. Visitas de admiradores. Regalos llegados de toda Europa.

26 de marzo de 1827: murió como un romántico, durante una noche de tormenta.

29 de marzo. Su entierro es el mayor acontecimiento en Viena desde la caída de Napoleón. Se clausuran las escuelas, se suspenden las representaciones teatrales, 36 personas portan antorchas (entre ellas, Schubert), 20.000 personas acompañan el cortejo. Las crónicas no lo dicen, pero hay que imaginar los campanarios tocando a muertos.

1890. El cementerio original fue demolido. Como signo de respeto, las tumbas de Beethoven y Schubert son transferidas al Central de Viena, donde comparten césped verde, bastante sol, muchas flores de colores vivos e incesantes visitas.

Anselm Hüttenbrenner relató sus últimos minutos:

Permaneció tumbado, sin conocimiento, desde las 3 de la tarde hasta las 5 pasadas. De repente hubo un relámpago, acompañado de un violento trueno, y la habitación del moribundo quedó iluminada por una luz cegadora. Tras ese repentino fenómeno, Beethoven abrió los ojos, levantó la mano derecha, con el puño cerrado, y una expresión amenazadora, como si tratara de decir: «¡Potencias hostiles, os desafío!, ¡Marchaos! ¡Dios está conmigo!» o como si estuviera dispuesto a gritar, cual un jefe valeroso a sus tropas «¡Valor, soldados! ¡Confianza! ¡La victoria es nuestra!». Cuando dejó caer de nuevo la mano sobre la cama, los ojos estaban ya cerrados. Yo le sostenía la cabeza con mi mano derecha, mientras mi izquierda reposaba sobre su pecho. Ya no pude sentir el hálito de su respiración; el corazón había dejado de latir.

Sir Thomas Beecham



SIR THOMAS BEECHAM, St Peter Churchyard, Limpsfield, Surrey, Reino Unido.

Director de orquesta y provocador nato. Sus mejores grabaciones: óperas de Richard Strauss, Mozart, Puccini, Bizet.

Fue todo un personaje, como se verá enseguida.

Este hijo de millonarios, de vestimenta aristocrática y (quizá) monóculo de oro, fundó nada menos que tres orquestas (entre ellas, la Royal Philharmonic Orchestra). Durante 40 años, dominó el mundo musical británico. Tuvo tiempo de casarse tres veces y de tener hijos.

Cultivó el arte de la amistad y de la enemistad. Sus amigos: Furtwängler, Monteux, Kempe y Reiner. Sus enemigos: Adrian Boult lo llamó "repugnante", Barbirolli no se fiaba de él, Henry Wood lo consideró un advenedizo.

Dicen que cuando varios músicos ingleses se reúnen para tomar una copa, siempre acaban explicando anécdotas sobre sir Thomas Beecham. Se han publicado varios libros con ellas. He aquí algunas, junto a frases célebres:

MUJERES: "No quiero mujeres en mi orquesta: si son guapas, distraen a los músicos; si son feas, me distraen a mí porque no podría mirar a la orquesta".

MUSICÓLOGOS: "Musicólogo es aquel que sabe leer la música pero no puede escucharla".

PÚBLICO: "En una orquesta, hay dos reglas de oro: empezar y terminar a la vez. Al público le importa un bledo lo que pase enmedio".

BEETHOVEN: "Los últimos cuartetos de Beethoven fueron compuestos por un hombre sordo y solo pueden ser admirados por un hombre sordo".

INGLESES: "No hay duda de que a los ingleses no les gusta la música. Es probable que no la comprendan, pero les encanta el ruido que hace". "Los ingleses no aprecian la ópera porque son la raza más vulgar e inculta de Europa".

Una vez, le dijo a una violonchelista: "Señorita, usted tiene entre las piernas un instrumento capaz de dar placer a miles de personas, y todo lo que sabe hacer con él es estrujarlo".

Cuando cumplió 70 años, recibidó telegramas de Strauss, Stravinsky y otros; él preguntó: "¿No hay ninguno de Mozart?".

En Alemania, dirigió un concierto al que asistió Hitler, que llegó tarde. Beecham dijo en voz alta: "¡Este viejo cabrón llega tarde!". Cuando acabó el concierto, le dijo al primer violín: "Vaya, parece que a ese viejo chiflado le ha gustado". Los micrófonos estaban abiertos y retransmitían para toda Europa.

Murió en 1961 de una trombosis coronaria. Tenía 81 años. Descansa cerca de Delius, quizá el único músico inglés a quien de verdad admiraba.

Bela Bartok



BELA BARTOK, cementerio Farkasreti, Budapest, parcela 470.

Primero fue enterrado en el estado de Nueva York; en 1988, lo trasladaron a Budapest. Mejor: ahora está más cerca.

Compositor. Principales obras: Concierto para orquesta, Música para cuerda, percusión y celesta, El mandarín maravilloso.

Entendió que la música es música, venga de donde venga. Por ello, se interesó no solo por la música culta, sino también por la música folklórica y tradicional. Descubrió que la música húngara, pentatónica, está enraizada con la asiática y siberiana. Hay que imaginárselo recorriendo centroeuropa, los Balcanes y Turquía, a pie, como un excursionista, entrando en los pueblos, pidiendo a los más viejos que le cantaran canciones de su infancia, tomando notas en sus libretas. Recopiló y publicó una cantidad enorme de datos sobre la música popular europea. Hoy, seguramente casi toda se ha perdido. Hizo más: aprendió de ella y la aplicó en su música.

1940. En Hungría gobierna el régimen fascista de Horthy. Bartok se exilia a los Estados Unidos. Los músicos de allí intentan ayudarle, pero él se niega a recibir limosnas.

1943. Bartok no está a gusto en su nuevo país. Empieza a notar los síntomas de la leucemia. Da su último concierto. También escribe su mejor obra.

1945. Fallece en Nueva York.

Murió cuando se sentía más creativo. Sus últimas (o penúltimas) palabras: "Solo lamento que tenga que marcharme con las maletas llenas".

Sir John Barbirolli



SIR JOHN BARBIROLLI, St. Mary Roman Catholic Cemetery, Kensal Green, Londres.

Director de orquesta. Principales grabaciones: Elgar, Sibelius, Vaughan Williams, Mahler.

Comenzó a lo grande, sucediendo a Toscanini frente a la Filarmónica de Nueva York. Sin embargo, hoy se lo recuerda por su formidable trabajo frente a la Orquesta Hallé de Manchester, que dirigió durante 27 años. Su trabajo es meritorio: entró en una orquesta mediocre, la depuró, firmó contratos de grabación y logró interpretaciones de Sibelius y Elgar que hoy son una referencia, según algunos no superada.

Trabajó hasta su muerte, a pesar de su cáncer. Pocos días antes de fallecer, dirigió la Séptima de Beethoven, que no por casualidad contiene una de las marchas fúnebres más hermosas que se hayan compuesto.

Murió el 29 de julio de 1970, de un ataque al corazón. Escribe su biógrafo que fue "uno de los músicos más entrañables y fascinantes del siglo XX". Sus cenizas están junto a las de sus padres.

Samuel Barber



SAMUEL BARBER, Oaklands Cemetery, West Chester, Pennsylvania, EE.UU.

Sería un milagro que alguno de nosotros se tropezara con esta tumba, pero nunca se sabe: el mundo no es tan grande.

Compositor. Su gran obra: Adagio para cuerdas.

En origen, el famoso Adagio fue un Cuarteto para cuerdas, pero Toscanini lo arregló para la orquesta. Esta es la versión que todo el mundo conoce. El cine la ha usado infinitas veces: cuando lo que se quiere es hacer llorar al espectador, el Adagio es implacable. Si se combina con imágenes de muertos, de una derrota o de unos niños tristes, el resultado es especialmente cruel. Es lo que sucede, por ejemplo, en esta escena de Platoon, de Oliver Stone:


1966. Tras años de éxitos y dos premios Pulitzer, estrena su ópera Antonio y Cleopatra, que es un fracaso. Barber cae en una depresión, se aísla, cultiva su alcoholismo y compone una música cada vez más reflexiva.

Murió en 1981, por culpa de un cáncer. Reposa donde nació.

Johann Sebastian Bach



JOHANN SEBASTIAN BACH, Iglesia de Santo Tomás, Leipzig, Alemania.

En su época, su estilo ya estaba un poco anticuado: su propio hijo lo llamó "peluca vieja".

Profundamente luterano, despreció la gloria, nunca se consideró un artista sino un artesano al servicio de Dios, no se promocionó ni salió al extranjero, cosechó fama de organista pero no de compositor. Su gloria es asunto de los románticos, es asunto de Mendelssohn. Wagner lo definió como "el milagro más estupendo de la música".

En sus últimos años, se estaba quedando ciego. Se sometió a una operación rudimentaria. La realizó el mismo médico ambulante que también mató a Haendel tras una operación similar. Bach recuperó la vista durante unos instantes, pero al poco tiempo murió de apoplejía. Corría el año 1750.

Bach demuestra que a veces la obra es más apasionante que la vida, y que la gloria no es importante si uno no está obsesionado con perseguirla.

El médico, peste de músicos, se llamaba John Taylor. Dicen que en Suiza logró cegar a cientos de pacientes. Pero el destino es pendular: irónicamente, él mismo sufrió la ceguera en los últimos años de su vida.

Carl Philipp Emanuel Bach



CARL PHILIPP EMANUEL BACH, Iglesia de San Miguel, Hamburgo, Alemania

Compositor alemán. Su obra más apreciada: Concierto para flauta en re menor.

El enemigo de lo bueno es lo mejor. El hijo no pudo luchar contra la sombra gigantesca del padre. Hoy, es apenas un apéndice de su progenitor. No siempre fue así: J. S. Bach fue rescatado por los románticos, pero antes de los románticos el grande, el sublime, el insuperable era C.P.E. Bach, menos barroco, más clásico que aquel.

Mozart escribió: "Él es nuestro padre, nosotros somos sus hijos". También lo admiraron Haydn y Beethoven. En tiempos de Schumann, ya era una estrella menor. En la actualidad, es una prueba más de que los gustos son volubles, y de que quizá en el futuro el grande vuelva a ser el hijo, no el padre.

Falleció en Hamburgo en 1788.

Ataúlfo Argenta



Me lo temía. En internet no hay una sola foto de la tumba de este director español, absolutamente olvidado. Algún madrileño caritativo podría acercarse y subsanar esta injusticia. Es lo mínimo. Nunca seremos un país serio si no recordamos a nuestros grandes. Mientras tanto, una foto en blanco.

ATAÚLFO ARGENTA, en La Almudena de Madrid, tumba 14540307.

Director de orquesta. Especialidades: Falla, Ravel.

Estuvo al frente de la Orquesta de Radio Nacional de España y de la Orquesta Nacional de España. Rechazó varias ofertas del extranjero. Se diría que era más admirado fuera que dentro de España: dirigió más de 40 orquestas internacionales y dio casi 800 conciertos en todo el mundo. Fue, además, un pionero del estéreo: tiene una grabación arrebatadora de las Noches en los jardines de España y el Concierto de Aranjuez, con un sonido excepcional, que comercializó Columbia en 1957.

Su final fue confuso:

1958, 17 y 19 de enero. Exitazo en Madrid gracias al estreno del Mesías de Haendel.

20 de enero. Acompaña a su esposa y su hija hasta el aeropuerto, vuelve a Madrid, ensaya con la orquesta, acude a su chalet en la sierra madrileña a por unos papeles olvidados. Esa noche no llegó a su casa.

21 de enero. En su chalet, descubren el cuerpo sin vida del director. La Orquesta Nacional lo está esperando para el ensayo. Alguien entra y anuncia: "Argenta ha muerto". Causa: había encendido el motor del coche dentro del garaje, para que se calentara. Murió asfixiado.

En los siguientes días, varios homenajes: en España se suspenden las actividades musicales, varias orquestas del mundo le dedican sus conciertos, los conservatorios de París y Viena cierran sus puertas, la Orquesta Nacional Belga toca de pie y sin director, la Orchestre de la Suisse Romande (la de Ansermet) apadrina al hijo huérfano y le paga los estudios. Durante su funeral, en los Jerónimos, se interpretó una cantata de Bach.

Quienes lo conocieron dicen que fue alegre, simpático, esbelto y humano.

Ernest Ansermet



Otra de mis deudas pendientes: ERNEST ANSERMET, en el Cementerio de los Reyes, Ginebra, Suiza, sector D, n.º 390.

Director de orquesta. Principales grabaciones: Stravinsky, Prokofiev, Ravel, Débussy, Falla.

Se lo conoce por la orquesta que él mismo fundó: Orchestre de la Suisse Romande. Fue un pionero del estéreo: en 1954, grabó para Decca el primer LP estereofónico comercializado en Europa. Conoció a Stravinsky, del que estrenó varias obras.

Logró un mérito poco frecuente: creó un estilo analítico y al mismo tiempo fervoroso, consiguió que una orquesta local dejara grabaciones de auténtica referencia, alcanzó el estrellato sin apenas salir de su recóndita ciudad y enseñó que el talento y la dedicación de una sola persona pueden, a veces, eclipsar a las mejores orquestas del mundo.

Además, otro mérito: atacó el serialismo y la música atonal.

La música fue su vida. Se retiró en 1967, cuando tenía 84 años. Murió dos años después. Leo que su final fue plácido. Está muy bien.

Victoria de los Ángeles



VICTORIA DE LOS ÁNGELES, cementerio de Montjuïc, Barcelona.

Me gusta más que la Caballé, pero no he ido a visitarla. Soy un pecador.

Soprano. Sus mejores papeles: Don Giovanni, Carmen, La traviata, La bohème. Para mi gusto, la mejor Carmen de la discografía (con permiso de Berganza).

Era la hija de un simple bedel, pero cuando alcanzó el éxito no se comportó como una nueva rica. Llevaba la humildad en la sangre, en todos los sentidos. Cantó con el tenor Björling, y dijo algo que un audiófilo nunca debería olvidar: "A pesar de los avances técnicos, ninguna de las grabaciones de Jussi Björling logra reproducir el verdadero sonido de su voz. Era una voz muchísimo más bella que la que se puede escuchar en sus grabaciones". La frase se aplica a doña Victoria: su verdadera voz, la más bella, se ha perdido para siempre; solo nos queda el eco.

Se marchó en 2005, sin molestar, sin causar alboroto, sin prodigarse en revistas o fiestas sociales. Pocos saben qué fue de ella en sus últimos años. Debió llevar una vida normal. Quizás, en el mercado, sin saberlo, os cruzasteis un día con aquella señora jubilada que fue una de las grandes voces del siglo XX.

Me apunto su dirección para visitarla: Montjuïc, via Sant Sever, agrupación 5.ª, nicho especial 197, primer piso.

Karel Ancerl



KAREL ANCERL, en el Vysehradsky Hrbitov de Praga. No he estado allí.

Director de orquesta. Sus mejores grabaciones: Dvorak, Smetana, Janacek, Stravinsky, Prokofiev.

Era judío. No es un dato secundario, como se verá.

1942. Los nazis lo envían, a él y a su familia, al campo de concentración de Terezín (Theresiendstadt). Tras decidir, ese mismo año, el exterminio de los judíos de Europa, el régimen quiso camuflar su imagen. Rodó un documental propagandístico, titulado El Führer entrega a los judíos una ciudad, grabado en aquel campo. La película es idílica: el campo de concentración cuenta con biblioteca, amplios comedores, huertos, jardines, zonas de juegos infantiles, teatro, compañía de actores... Los presos llevan ropas normales y parecen felices. El campo también tiene una pequeña orquesta. En el documental, se ve a Ancerl dirigiéndola, batuta en mano. Hay que fijarse en las macetas del suelo: están puestas para que no se vea que los músicos iban descalzos (vídeo, minutos 1,35 y 2,12).

La Cruz Roja visitó el lugar y dio su visto bueno. Cuando los representantes desaparecieron, los nazis desmantelaron los decorados, arrebataron los disfraces a los actores y los enviaron a las cámaras de gas de Auschwitz, en Polonia. Así no quedarían testigos de la burla.

En Auschwitz, Ancerl logró sobrevivir, pero no su esposa ni el hijo que había nacido en Terezín, muertos en los crematorios.

El hombre es más fuerte de lo que parece. Tras la guerra, Ancerl fue nombrado director de la Filarmónica Checa, donde trabajó infatigablemente y nos legó grabaciones legendarias de La consagración de la Primavera y las sinfonías de Dvorak. Cuidó el detalle, el ritmo, las dinámicas, los sonidos bien afilados. Enseñó que la cultura puede ser la mejor arma para olvidar o combatir la barbarie.

Murió en 1973. Tenía 65 años.

Fragmento del documental nazi en el que Ancerl dirige ante presos con corbata y collares:

Isaac Albéniz



Parece mentira: visitamos lo que está lejos y postergamos lo que tenemos al lado. Le debo una visita.

ISAAC ALBÉNIC, cementerio de Montjuïc, Barcelona.

Principales obras: Iberia, Suite española, Rapsodia española.

Se formó en Europa (Alemania, Bélgica, Francia). Aprendió de Liszt y Chopin; influyó en Ravel y Débussy.

Durante sus últimos doce años padeció nefritis crónica, pero apenas se quejó y siguió componiendo. En 1909 se trasladó, por prescripción médica, a un balneario francés junto a su familia. Allí lo visitó Granados, que le dijo que habían pedido para él la cruz de la Gran Legión de Honor francesa. Se abrazaron un largo rato, sin saber qué decir. Murió pocos días después. Tenía 48 años.

El prefecto francés de los Bajos Pirineos se apresuró a colocar sobre su ataúd la Gran Cruz de la Legión de Honor, que finalmente le concedieron. En Barcelona, se interpretaron en su honor la marcha fúnebre del Crepúsculo de los Dioses, de Wagner, el Requiem de Fauré y la segunda sonata de Chopin. Las calles se engalanaron de banderas a media asta. Se hizo una parada ante el Liceo. Lo acompañó un centenar de personas.

Lorca le dedicó este soneto-epitafio:

Esta piedra que vemos levantada
sobre hierbas de muerte y barro oscuro
guarda lira de sombra, sol maduro,
urna de canto sola y derramada.

Desde la sal de Cádiz a Granada
que erige en agua un perpetuo muro,
en caballo andaluz de acento duro
tu sombra gime por la luz dorada.

¡Oh dulce muerto de pequeña mano!
¡Oh música y bondad entretejida!
¡Oh pupila de azor, corazón sano!

Duerme cielo sin fin, nieve tendida,
Sueña invierno de lumbre, gris verano,
¡Duerme en olvido de tu vieja vida!

14 de Diciembre de 1935

Fernando Sor



FERNANDO SOR, en Montmartre.

Guitarrista y compositor español. Principales obras: piezas para guitarra.

1827. Este barcelonés, que ha visto mucho mundo, se instala en París para siempre.

1837. Muere su hija Carolina, poco después de que lo hiciera su esposa. Sor le dedica un Réquiem. Entra en una profunda depresión.

1839. Sor fallece por culpa de un cáncer de lengua.

Aunque las tumbas sean para siempre, no son para siempre. Caducan a los 100 años. La de Sor estuvo a punto de desaparecer, y sus restos por poco no acabaron en una fosa común. Sin embargo, poco antes de que caducara la concesión, los Amigos de la Guitarra de París localizaron la tumba en 1934, descubrieron que estaba enterrado en la de un amigo suyo (no estaba su nombre) y la restauraron y actualizaron por 100 años más. En los años 70 volvía a estar en ruinas. Se añadió entonces la graciosa escultura que puede verse en la foto.

Se diría que lo recuerdan más los franceses que nosotros: leo que en Barcelona no hay ni una triste calle, ni una triste placa con su nombre. Hay una en el Hospitalet y otra en Málaga, pero no es lo mismo.

Dentro de 20 años habrá que estar atentos, no vaya a ser que su memoria (más allá de las grabaciones) se pierda para siempre.

Erik Satie



Sospecho que la debilidad no es solo mía.

ERIK SATIE, cementerio de Arcueil, cerca de París.

Fue un maestro de las miniaturas, sobre todo al piano. Principales obras: Gymnopédies, Gnossiènnes, Embriones disecados, Sonatina burocrática, Tres piezas con forma de pera.

Nadó a contracorriente: en el Conservatorio, le dijeron que no tenía talento; vivió la bohemia pero la de verdad, la de los cabarets, la absenta, el opio y los apuros económicos; ejerció de pianista de bar; frecuentó el Chat Noir; cumplió condena por insultar a un crítico; fue místico y miembro de la Orden de la Rosa-Cruz, de signo esotérico; compuso una música destinada a perderse, efímera e intrascendente, "música para no escuchar" o para salas de espera, según sus palabras. Pero su música no se ha perdido, y hoy sabemos que no es intrascendente.

Se suele recomendar la grabación de Ciccolini, pero me parece un poco fría; prefiero la de Patrick Cohen, más lenta y melancólica.

Vivió en buhardillas y en habitaciones minúsculas. La falta de recursos lo obligó a trasladarse a Arcueil, a 10 km de París: recorría el camino a pie, porque odiaba el tranvía.

Final legendario:

Durante 27 años, nadie había entrado en su habitación en Arcueil, no mucho mayor que un armario. Cuando murió en 1925, sus amigos hallaron, en aquel estudio miserable, polvo, telarañas, cien paraguas no usados, dos pianos desafinados y unidos en uno solo, cartas de amor sin abrir, collares, los trajes de terciopelo gris que solía vestir, dibujos de inspiración medieval y piezas musicales desconocidas. También hallaron, detrás del armario, obras que el propio Satie había dado por perdidas.

Murió (claro está) de cirrosis. Tenía 59 años. Se rió de todo y quizás fue feliz. Quiso dar a entender que su música era frívola, pero no engañó a nadie: tras su sencillez aparente, hay una profundidad pasmosa.

Camille Saint-Saëns



CAMILLE SAINT-SAËNS, en Montparnasse, París.

Tendré que volver, porque creo que no le eché ninguna foto, y ni siquiera me suena haber visitado este panteón familiar.

Compositor, pero también mucho más. Principales obras: El carnaval de los animales, Introducción y Rondo caprichoso, Sinfonía n.º 3 (con órgano).

Los niños (y los mayores) lo recuerdan por el xilófono de su Danza macabra, frecuente en películas y dibujos animados, como Micky Mouse o "El baile de los esqueletos" de Disney:


Fue un niño prodigio: a los dos años ya aporreaba las teclas; a los cinco, compuso su primera obra. La música, no obstante, se le quedaba pequeña. Ejerció también de caricaturista, escritor, viajero, geólogo, matemático, botánico y entomólo. Hiperactivo, pero para bien.

Era homosexual, se casó con una mujer y tuvo hijos. En cierta ocasión, la prensa lo acusó de sodomita. Él se defendió: "¡No soy homosexual, soy pederasta!" (el primer adjetivo equivalía a una enfermedad mental, el segundo no).

Aunque había conocido a la crema de la intelectualidad francesa y europea, sus últimos años los pasó acompañado solo por sus perros. Sentía un afecto especial por Dalila, su caniche. Al parecer, era una misántropo empedernido.

El 16 de diciembre de 1921, en un hotel de Argel, Saint-Saëns se levantó, desayunó, trabajó un poco y cantó algunas arias de Verdi. Ese día, de forma serena e imprevista, murió. Tenía 86 años. Se celebraron funerales de Estado en la Madeleine.

Sus últimas palabras, según la leyenda: "Esta vez, creo que sí ha llegado realmente el final".

Maurice Ravel



MAURICE RAVEL, cementerio de Levallois-Perret, cerca de París. Bien merece una misa (y un viaje).

Compositor impresionista. Principales obras: Pavana para una infanta difunta, Bolero, Mi madre la oca, Valses nobles y sentimentales, conciertos para piano.

Qué decir de este orfebre de la orquestación, de este creador de ambientes y misterios. Charles Munch, tal vez el director de orquesta que mejor lo comprendió, está enterrado a pocos quilómetros de aquí.

Su baja estatura lo tenía acomplejado, pero ello no le impidió vestir y ejercer de dandy, con su pajarita y sus camisas color pastel. Pocos llegaron a conocerlo bien, como si el misterio de su música emanara del misterio de su persona: no tuvo hijos, no se casó, tuvo muchos conocidos pero poquísimos amigos, vivió casi siempre con su madre o solo, su ama de llaves fue su mujer más fiel.

1933. Empieza la decadencia y la tragedia. Ravel sufre problemas neuronales, que acarrean problemas de motricidad y lenguaje. Es, como he dicho, la mayor tragedia que puede sufrir un artista: la mente de Ravel sigue siendo lúcida, sigue componiendo y orquestando para sí mismo, pero es incapaz de tocar un instrumento e incapaz de rellenar un pentagrama. Durante sus último cinco años, compuso una música secreta, solo para él, que no pudo mostrar a nadie. Quién sabe cuántos movimientos lentos como el de su concierto en sol no llegaría a alumbrar; quién sabe cuántas obras maestras no se perdieron para siempre cuando su cerebro se apagó.

1935. Se retiró a sus dominios campestres. Lo acompañaron sus amigos, y también Madame Révelot, su fiel ama de llaves.

1937. Tras una operación cerebral, Ravel murió en París. Tenía 62 años.

Conoció el éxito, pero calló antes de lo que hubiera deseado.