sábado, 28 de enero de 2012

El gato y el tiempo




Un capricho.

En el cementerio judío de Wroclaw me llamó la atención ese gato que está sentado sobre una tumba.

He tenido varios animales de compañía, pero nunca gatos, quizás porque desconfío de ellos. El arte y la literatura los han asociado con la brujería, con el mal, con el misterio. Poe lo empleó para inquietar a sus lectores; Lovecraft los paseó por sus relatos de terror; los antiguos observaron que hay algo divino en él. A mí me gusta lo que escribió Neruda en su Oda al gato: "...no puedo descifrar un gato. / Mi razón resbaló en su indiferencia, / sus ojos tienen números de oro". También me gusta aquel poema de Baudelaire donde dice: "amigos de la ciencia y del placer amable, / van buscando el silencio de penumbra sombría". Pero me gusta, sobre todo, aquello que escribió Borges:

Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.

El gato, que vive fuera del tiempo y nos observa con indiferencia, es ahora el símbolo, el guardián y el dueño de este cementerio detenido y olvidado.

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