lunes, 23 de enero de 2012

Chopin




Sí, es CHOPIN. Y sí, también está en el Père Lachaise. Es un milagro que pudiera echar la foto: había docenas de personas alrededor.

Al final de su vida, este polaco que vivía en París y amó a George Sand tuvo miedo de ser enterrado vivo. No era el único en la época. Como los diagnósticos médicos eran aproximados, muchos ataúdes disponían de una campanita accionada por una cuerda que se ataba a la mano del difunto. Si resucitaba, podía avisar a los de fuera.

Murió de tuberculosis en la plaza Vendôme. Había pedido que su cuerpo y su corazón fueran separados tras su muerte, y así se hizo. En París está su cuerpo; su corazón, en Polonia. Si visitáis la catedral de la Santa Cruz de Varsovia, pensad que late bajo uno de sus pilares, en el interior de un carditafio.

Durante sus funerales en la Madeleine se interpretó el Requiem de Mozart, que tanto admiró en vida. Bajo la tumba, junto a su cuerpo, un cofre contiene un poco de tierra polaca. Sobre su tumba, la musa Euterpe llora por Chopin. Aquí también hay flores frescas siempre.

(Algún día os contaré en qué estado se encuentra la tumba de Larra en Madrid. Lo que decía, hay países y países)

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