viernes, 10 de febrero de 2012

Manuel de Falla


MANUEL DE FALLA, en la cripta de la Catedral de Cádiz.

Compositor. Principales obras: La vida breve, Noches en los jardines de España, El sombrero de tres picos.

Fue un hombre estrambótico.

1933. Aquejado por una salud que empeora con el tiempo, se vuelve un hipocondríaco radical: no soporta el menor ruido y parece ver los signos de la muerte en cualquier pequeño síntoma. Se traslada a Mallorca, exige a sus amigos una calle donde haya silencio absoluto, aprende catalán para componer la versión musical de L'Atlàntida de Verdaguer y se vuelca en una obra a la que dedica 20 años de su vida sin concluirla.

1936. Estalla la guerra civil: en Granada, trata de salvar a Lorca. Al mismo tiempo, apoya con recelos la facción franquista.

1939. Para huir de las sangrías española y europea, aprovecha una invitación a Buenos Aires para instalarse en Argentina. Allí, en Alta Gracia, murió en su lecho en compañía de la partitura inacabada de su gran obra, junto a su hermana y en un ambiente de cartujana sencillez. Culpable: un paro cardiorespiratorio. Tenía 70 años. Dejó fama de hombre tímido, sencillo, creyente, enjuto, neurótico y sin trato con las mujeres. Su obra, exuberante y a ratos sensual, parece decirnos que el verdadero hombre pocas veces se manifiesta en sus apariencias.

domingo, 5 de febrero de 2012

Antonin Dvorak


ANTONIN DVORAK, en el cementerio Vysehradsky de Praga. El camposanto está repleto de escritores, pintores y músicos. La ciudad es preciosa. Es hora de ir reservando unos billetes.

Compositor. Principales obras: Danzas eslavas, Concierto para chelo, Sinfonía 9.

Dvorak dedicó sus últimos años a la ópera. La mejor es Rusalka, de la que guardo un recuerdo agradecido. Falleció poco después del estreno de su Armida: salió del teatro, se sintió indispuesto, llegó a su casa y murió de un accidente cardiovascular rodeado por los suyos. Corría el año 1904. Tenía 63.

Cuentan quienes lo conocieron que Dvorak, hijo de carnicero, fue siempre un hombre humilde: prefería el campo a la ciudad, tenía afición por la cría de palomas, daba largos paseos campestres y le gustaba tomarse unas cervezas de vez en cuando con sus amigos en la taberna del pueblo. Creo que esa bonhomía y esa cordialidad sencilla son también las que transmiten sus obras.

Sus funerales:



Vita enim mortuorum in memoria est posita vivorum.

sábado, 4 de febrero de 2012

Jacqueline du Pré


JACQUELINE DU PRÉ, en el cementerio judío de Golders Green, en Londres.

Violonchelista. Principales grabaciones: Elgar, Brahms, Beethoven, Dvorak.

Su biografía es muy conocida: sus clases de chelo a los 5 años, su matrimonio con Barenboim, su conversión al judaísmo, sus grabaciones inolvidables.

Tristemente, también es famoso su final. En 1971, se manifestaron los primeros síntomas de la esclerosis múltiple, el peor mal que puede padecer un virtuoso. Jacqueline perdió sensibilidad en las manos y asistió a una lenta parálisis. Durante sus últimos conciertos, celebrados en 1973, le costaba sostener el peso del arco en las manos y hubo de guiarse por la vista para coordinar sus movimientos. Solo tenía 28 años. Falleció en 1987, con 42 años, tras una larga postración vegetativa. Así, como una vela decreciente o un sonido que se aleja, se consumió una de las mayores violonchelistas del pasado siglo.

Desde siempre, la rosa ha simbolizado la caducidad de la belleza. Esta, que fue creada en 1989, lleva su nombre.

A Francisco



Nos dejó el 16 de abril de 2011. Amaba los pájaros. Nos quedan sus jaulas, sus cenizas, el eco de su voz en las habitaciones, el ímpetu que corre por la sangre de los suyos, su dolorosa memoria. Este fue el texto que le leímos al despedirle:




Francisco:

No te hablo en pasado sino en presente, porque estás entre nosotros. Tu sangre corre por las venas de tus hijos y tus nietos; tus palabras resuenan en las palabras que hemos aprendido contigo; tu voz está grabada en nuestros oídos para siempre; lo que han visto tus ojos ilumina los nuestros. Estamos hechos de ti, vives en nosotros. Si hemos llegado a ser buenos, es porque eres un hombre bueno. Somos fuertes porque nos das tu fuerza y tu coraje. Gracias por regalarnos las cosas más importantes: las sonrisas, el humor, la inteligencia, el amor. Gracias por protegernos y gracias por ser la brújula de esta familia, que nos ha orientado cada día y siempre nos señalará el camino correcto. Te estamos echando de menos, y ya sabes cuánto.

Besos, Francisco, de aquellos que te quieren y prometen ser tan felices como tú lo has sido y lo eres. Besos, ahora que nos estás viendo y nos envías los tuyos.

Para quien ya se lo sabe



A CAMBIO DE UNA ROSA

Ahora que estás dormida
y nada te molesta;
que ni el gusto ni el tacto
ni mi vista te alteran;
que nada te distrae
de tu sola conciencia;
que mis solas palabras
habitarán tus sombras;
ahora que duermes sola
y solamente sueñas,
y quizá estás conmigo
en tus sueños de niebla,
déjame que te diga
palabras que ya sabes,
que susurro a diario
aunque no las pronuncie
y aunque tú no las oigas.
Sin ti soy un fantoche
sin alma que lo habite,
porque tú eres mi alma
y la vida que tengo
a ti sola la debo.
Esto parece tópico,
pero no sé decirlo
con las sílabas nuevas
que me pide la boca
y que tú y yo sabemos.
A ti sola la debo
la vida que no tuve,
y sin ti soy fantasma
que deambula en el mundo
desnortado, sin rumbo,
sin cadenas ni ganas
de espantos, sin pasado,
atrapado en un tiempo
que no es suyo y que, acaso,
ha tomado prestado
de otro espectro doliente.
Tú me has dado la carne,
el anclaje en el mundo,
el reloj donde vivo,
un teléfono, señas
de una calle cualquiera,
el nombre que me habita
y tu cara de espejo
en que miro mis ojos.
En ti me reconozco.
Es bastante. Allá lejos
(¡qué lejos todavía!),
las colinas verdean
antes del llano grande.
No me importa qué curvas
tomarán los caminos,
ni si hay pozos o albergues
del lado de la muerte.
Procuro los pertrechos;
todo está preparado:
tus brazos, mi posada;
fresca fuente, tus labios.
Sigamos el sendero,
las peñas, las riberas,
con las manos atadas:
la mía, de fantasma
insensible, en la tuya
de muñeca de trapo
poblada con mi alma;
y, entre tanto, despierta
de tu sueño de ahora,
que soñaremos juntos
bajeles y piratas
que en el mar infinito
abren surcos profundos
y trazan con su estoque
rosas rojas de sangre
y sueñan con muchachas
de trapo y con fantasmas
que en días como este
se duermen lentamente
al compás de las aguas.

viernes, 3 de febrero de 2012

Frederick Delius


Con la excusa del turismo necrológico, se podría organizar un viaje estupendo por Inglaterra, entre pueblos, campiñas y desayunos copiosos. Algún año, a lo mejor.

FREDERICK DELIUS, en el cementerio de San Pedro, Limpsfield, Surrey, Inglaterra.

Compositor. Principales obras: Brigg Fair, Sonido del primer cuco en primavera.

Vivió en Florida (donde se enamoró de una chica negra que le dio un hijo), en Francia, en Alemania y en el Reino Unido. Conoció el éxito. Se casó con una artista conocida como Jelka, y ambos se compraron una casa con jardín en Grez, cerca de París.

Su paraíso no duró demasiado. Hacia 1880 había contraído la sífilis. Hacia 1820, los síntomas eran evidentes. En 1828, estaba paralítico y ciego. No obstante, siguió componiendo: un admirador se ofreció a hacerle de secretario a cambio de nada, y Delius lo aceptó y le dictó sus obras. En esa época compuso mucho y bueno.

Murió en su casita de Grez en 1934, cuando tenía 72 años. Había pedido que lo enterraran en su jardín. Es una petición sensata y muy humana, pero las autoridades ni siquiera contemplan esta posibilidad. También había solicitado que, en caso de que no se cumpliera su primer deseo, fuera sepultado en un pueblo cualquiera del sur de Inglaterra, para que las gentes del lugar le llevaran flores del campo.

En 1935, se cumplieron sus segundos deseos. La ceremonia se celebró a medianoche. Según las crónicas de la época, 60 personas alumbradas con antorchas o luz de gas lo acompañaron ante el mármol último. Su esposa Jelka murió unos días después y fue sepultada a su lado.

jueves, 2 de febrero de 2012

Mario del Monaco


MARIO DEL MONACO, en el cementerio de Pesaro, Italia.

Tenor. Especialidades: Otelo, Manrico, Radamés, Chénier, Don Álvaro.

Del Monaco es Otelo. Tanto es así, que antes de morir pidió ser enterrado con el disfraz del celoso de Verdi, y sus deseos fueron respetados. La tumba, notablemente fea, da cuenta de la contundencia de su voz: no en vano, lo llamaban el toro de bronce de Milán.


Brilló en los años 40 y 50, sufrió un grave accidente de tráfico en 1963, declinó en los años 60 y dejó las tablas en 1975. Falleció siete años después, a la edad de 67 años, por culpa de una nefritis.

Retrocedamos a un episodio mágico. Corre el año 1953. Del Monaco actúa en La Scala. Al concierto asiste la niña Irene Mayer, que es ciega desde hace cuatro años. Cuando oye la voz de Mario, la niña exclama: "¡Puedo ver al cantante!". Cuando Mario calla y sale de escena, se anula el prodigio. Los médicos la examinan y la someten a pruebas: incomprensiblemente, Irene es capaz de describir con exactitud el atuendo y los gestos de Mario, pero solo cuando oye su voz. Las grabaciones no surten efecto. Los médicos, desconcertados, concluyen: Irene puede ver a su ídolo porque su voz activa un puente subconsciente que ilumina sus ojos. Hoy no se ha hallado, todavía, una explicación más precisa, pero lo cierto es que quienes escuchan las viejas grabaciones de Del Monaco saben, de un modo íntimo y secreto, que hay algo sobrenatural en ella.

(Este recorte de prensa de 1953 no tiene desperdicio: AQUÍ.)

Alicia de Larrocha


ALICIA DE LARROCHA, en alguna parte.

Especialidades: Albéniz, Granados.

No se la puede visitar, pero merece más recordatorios que los que se le dedicaron cuando falleció en 2009. Me ha costado horrores averiguar que fue incinerada en Collserola. Después se le pierde el rastro. Su funeral fue íntimo: hay que imaginar que sus cenizas están entre los suyos.

Cuando murió la mayor pianista española del siglo XX, su féretro fue honrado en el Palau de la Generalitat, pero lo cierto es que apenas se la mencionó en los telediarios y la prensa solo le dedicó columnas sueltas o breves. Quizás los directores de nuestra prensa ignoraban que Larrocha había ganado cuatro Grammys, dos Record of the Year y dos Grand Prix du Disque.

Leo que en 1968 se desintegró un dedo de la mano derecha al bajar de un taxi. Leo también que el Dr. Trueta logró que volviera a tocar, y que se mantuvo en forma hasta su retirada en 2003.

Dicen que, cuando ella tenía 6 años, Rubinstein le regaló una pulsera con un cerdito y dos fotografías suyas: en una aparecía serio y en la otra sonriente. "La primera es mi cara cuando toco el piano; la segunda, cuando te escucho tocar a ti". Que así sea por muchos años.

Régine Crespin



RÉGINE CRESPIN, en el Père Lachaise de París. No la he visitado. Encontrarla exige paciencia: Crematorio, nicho 40499.


Cantante de ópera. Especialidades: Wagner, Strauss, Berlioz.


Los aficionados la recordarán por el Anillo de Solti y sus colaboraciones con Ansermet. Cuentan que su voz era tan potente que los ingenieros de sonido, desesperados e incapaces de registrar los matices de su voz, la llamaban el cañón francés. En sus memorias, publicadas en 1982, evoca sus años de gloria, su declive, su retiro y su lucha contra el cáncer, que acabó con ella en 2007, cuando tenía 80 años.


Leo que un horticultor creó una rosa que lleva su nombre. Es la que hay que llevarle en las visitas.




miércoles, 1 de febrero de 2012

Alan Civil



ALAN CIVIL, en el cementerio de San Martín, Brasted, Kent, Inglaterra.

Solista de trompa. Principales grabaciones: conciertos para trompa de Mozart y Britten.

Sustituyó a Dennis Brian cuando este murió prematuramente. Desde entonces, ha sido la referencia mundial en su instrumento. Curiosidad: es él quien toca el corno francés que suena en la canción For no one de los Beatles.

Civil pasó su infancia y su juventud supeditado a Dennis Brian: de muchacho, estudió la trompa con el padre de este; de joven, sir Thomas Beecham le destinó el puesto de segundo de a bordo por detrás de su homólogo, hasta que este se marchó a otra orquesta. En 1957, sus destinos se invirtieron: la muerte se llevó por delante a Brian, y Civil, que había sido algo así como su sombra, pasó al primer plano.

No sé cómo murió: sé que sucedió en Londres, sé que tenía 60 años y sé que su instrumento preferido era una trompa simple Alexander que había comprado en 1948 por 44 libras. Es la misma que, incrustada como una joya en su lápida, nos recuerda que a menudo todo lo que queda del hombre es el sonido de su instrumento.

San Pedro de Salzburgo


CEMENTERIO DE SAN PEDRO, Salzburgo.

Una especie de paraíso en la tierra: hay hierba verde, lápidas de madera, ramas de abeto, ofrendas florales (sobre todo pensamientos) y unas catacumbas espartanas en las que lo mejor son las vistas. Por ejemplo, esta de la foto, que tomé un día nublado cuando empezaba a llover.

El cementerio está enclaustrado entre la pared de una montaña donde hay un castillo blanco, la iglesia católica que se intuye en la foto y las casas donde termina Salzburgo. Esta especie de muralla triangular lo separa y aísla del mundanal ruido, como sucede en cualquier cementerio que merezca tal nombre. La belleza de la hierba y las tumbas invita a bajar la mirada; la montaña, a elevarla. Este movimiento ascendente, que va de la tierra al cielo, es el apropiado en un cementerio de verdad.

Aquí yacen algunos hermanos de Haydn y Mozart. También descansa Haffner el viejo, padre del dedicatario de la serenata y la sinfonía de Mozart.

Lástima: siempre está infestado de turistas con chancletas.

El reino de McCartney


No he visto la coreografía de este ballet, de modo que puedo ser injusto. De todas formas, el estreno fue un fiasco, y la versión publicada en disco tiene la estructura de una sinfonía, con sus cuatro movimientos preceptivos, de modo que puedo ser injusto pero no tanto.

Si de lo que se trataba era de recrear un escenario subacuático, el disco está lejos de lograrlo. Debussy lo hacía mejor. Si hablamos de melodía, no hay duda de que McCartney es una de las mentes más creativas del siglo. Si hablamos de sinfonía (donde la melodía solo es válida en función de la orquestación y las variaciones), me parece que lo que acabo de escuchar es una sinfonía frustrada. El tema de cada movimiento suele ser atractivo y pegadizo, pero se repite hasta la saciedad sin apenas variaciones y con una orquestación que solo llama la atención en los dos últimos movimientos. El primero es lento y profundo, con dominio de las cuerdas, al estilo de Barber y de los adagios de Mahler; el segundo recuerda a las sinfonías de Borodin o de sus coetáneos rusos; del tercero no me acuerdo; el último, con su ingenua alegría y sus cascabeles, dicen que recuerda a Bernstein. También he leído que asoman influencias de Ravel, Prokofiev y Chaikovsky, pero yo no he sabido verlas. Lo que sí he percibido, en algunos pasajes, es una cierta técnica minimalista, que siempre es resultona cuando uno quiere añadirle intensidad y premura a la composición.

A pesar de lo que he escrito, me ha gustado. Por desgracia, si la escuchara una segunda vez me moriría de aburrimiento, y ese es un lujo que una buena obra sinfónica no puede permitirse.

Ya no me quedan dudas: por mucho que lo intente, el reino de McCartney es el pop, y ese reino fue abolido hace 42 años.

Un epitafio de Javier Marías



Cuantos hablan de mí no me conocen, y al hablar me calumnian; los que me conocen callan, y al callar no me defienden; así, todos me maldicen hasta que me encuentran, mas al encontrarme descansan, y a mí me salvan, aunque yo nunca descanso.

J. M., Mañana en la batalla piensa en mí.

martes, 31 de enero de 2012

Un disco de Morton Feldman


Que no se diga que no lo intento. Es la primera vez que escucho algo de este compositor, pero sigo sin comprender la música moderna.

Está claro que a Feldman no le interesan las melodías: prefiere recrearse en las texturas, en los timbres, en el sonido aislado de cada instrumento. Los conciertos que acabo de escuchar (para oboe y para piano) recuerdan a un niño tímido que se acerca al piano prohibido y toca una nota, comprueba que nadie lo ha descubierto, toca dos, deja pasar un silencio... Combinación exacta de sonidos aislados y silencios. Blanco y negro. El piano, en su concierto, no es protagonista: cae alguna que otra nota cada minuto, cada minuto y medio, como para acallar a la orquesta con gravedad y calma. El oboe, en el concierto correspondiente, no parece oboe, sino un cuchillo afilado que taja lentamente, y después un punzón que perfora sin prisas. En conjunto, es una música estática, que no avanza hacia lugar alguno, que no llega, que dosifica sus pocos elementos, que se reduce a lo mínimo, que parece siempre igual a sí misma, que siempre es serena, inquietante y algo monótona.

Sensaciones asociadas: un lienzo en blanco donde las gotas van cayendo sin prisa, lentamente, con sutileza; donde importan los colores y el tacto de cada mancha, no el cuadro; donde importa más el lienzo en blanco que las propias manchas. Un campo de batalla solitario, entre la niebla. Una serenidad sin conciencia. Negro, gris, blanco. Una superficie suave pero desagradable, como el lomo de un cocodrilo. Un mundo sin Dios, abandonado, casi vacío, en germinación inútil. Algo estéril, deshabitado. Una casa vacía con fantasmas. Terror plácido.

En la grabación hay ruido de fondo y se escucha a los músicos moverse: ese trasfondo refuerza la idea de una música para espectros que no terminan de manifestarse, que solo asoman un dedo o la cabeza.

lunes, 30 de enero de 2012

Hallstatt


Cementerio católico de HALLSTATT, Austria.

El poeta Paul Valéry soñó con un Cementerio marino en uno de los mejores poemas del siglo XX. Este no lo es, pero casi: está a orillas de un lago. Sus lápidas no son de piedra, como dice el nombre, sino de madera. A sus pies crece la hierba, y hay flores de colores. Es un lugar recoleto e íntimo. Silencio y rumor de hojas. El lago trae una brisa fresca y húmeda. Sin duda, uno de los cementerios más hermosos que he pisado.

Junto al camposanto, uno de los osarios más interesantes del mundo. El rito es sencillo: cuando han pasado 20 o 30 años tras el entierro, se exhuman los restos del difundo, los familiares limpian y blanquean los huesos, estampan el nombre y las fechas de nacimiento y muerte sobre el cráneo y añaden bonitos ornamentos de colores, con dibujos de flores, hiedras u hojas de roble. Resultado: 1500 cráneos de los hallstattienses que han vivido en este pueblo idílico desde el siglo XVI.



Lo que para algunos es macabro o extravagante, para otros constituye una muestra de respeto y una manera esperanzada y original de decir que tras la vida aún existe una posibilidad para la belleza.

domingo, 29 de enero de 2012

Hasta aquí

Esta la leí hace unos años y me hizo mucha gracia:


En castellano: "Hasta llegar aquí, todo fue bien". Imagino que después lo taparían con un mármol más serio.

Tu fui, ego eris

En la red hay muchas lápidas chistosas, la mayoría falsas. Esta parece auténtica:


Los versos, un poco ripiosos, son la traducción de una conocida sentencia latina.

Una tumba faraónica: Napoleón


Napoleón, bajo la Gran Cúpula de Les invalides de París. Contiene seis ataúdes, uno dentro del otro: de hierro, de caoba, de plomo (dos veces), de ébano y de encina. El sarcófago que los contiene a todos es de pórfido rojo. Como los faraones.

Franz von Suppé



FRANZ VON SUPPÉ, en el Cementerio Central de Viena.

Compositor de operetas, ballets y vodeviles. Principales obras: Caballería ligera, Mañana, tarde y noche en Viena, Poeta y campesino.

Nació como Francesco Suppé-Demelli, pasó su juventud en Croacia, se trasladó a Viena y germanizó su nombre. Sé que conoció el éxito y murió cuando tenía 76 años, pero ignoro las circunstancias de su muerte. Por ello, copio la necrológica que publicó el New York Times el 9 de mayo de 1895:


Su música ha pasado de moda, pero algunas chispas siguen brillando. Por ejemplo, en los dibujos animados, que son el medio más eficaz para que un niño siga recordando ciertas melodías cuando se convierta en un hombre.

Este corto de Bugs Bunny, además de utilizar la pieza Mañana, tarde y noche en Viena de Suppé, es una divertidísima parodia de un concierto de música clásica, con sus toses, su director quisquilloso, sus manías y sus aspavientos:

Franz Schubert


FRANZ SCHUBERT, en el Cementerio Central de Viena.

Murió cuando solo tenía 31 años, pero dejó uno de los legados más admirables de la historia de la música: entre otras obras, más de 600 lieder, 7 obras de cámara, 9 oberturas y 12 sinfonías. Nació tocado por la música.

1822. Schubert transcribe, con todos los detalles y con buena letra, los dos primeros movimientos de la sinfonía que hoy llamamos Inconclusa. El tercer movimiento se conserva en parte orquestado y en parte en versión para piano: es, por lo tanto, un mero esbozo. Falta el último movimiento, que quizás sea el entreacto de Rosamunda. El compositor le entrega la partitura a su amigo Anselm Hüttenbrenner. Schubert muere. El amigo la guarda en un cajón durante 37 años. Cuando se da cuenta de que su final está próximo, la hace pública. Hoy, sigue siendo una de las obras más emocionantes y enigmáticas del repertorio sinfónico. Varias preguntas siguen sin respuesta: ¿por qué Schubert no la terminó en los seis años de vida que le quedaban? ¿Por qué su amigo la guardó primero y la sacó a la luz casi cuarenta años después?

1828. Schubert, que había portado una antorcha durante el funeral de Beethoven, muere en la cama. La sífilis, cuyos efectos había empezado a percibir cuando componía la Inconclusa, es la culpable. Sus últimas palabras, mientras volvía la cabeza hacia la pared: "Aquí, aquí llega mi final". Después creyó que estaba muerto sin estarlo, y preguntó a su hermano: "¿Estoy enterrado junto a Beethoven?". Murió de verdad. Murió dos veces. El hermano creyó que la duda era un ruego, e hizo lo imposible por darle sepultura junto a su ídolo, en el cementerio vienés de Währinger.

1888. El viejo cementerio es clausurado, y los restos de Schubert y Beethoven son trasladados al Central, donde siguen a escasos metros el uno del otro. Schubert así lo quería, y parece que a Beethoven la compañía no le hubiera desagradado.

A pesar del décalage entre las fechas de composición y muerte, la Inconclusa sigue siendo el símbolo de Schubert: la vida y la obra frustradas, el truncamiento, la interrupción prematura, la promesa de otras obras maestras que no pudieron ser.

Cuando moría un joven con talento, los antiguos solían echarle en cara a la muerte que se llevara a los mejores en la flor de la vida y dejara envejecer a los mediocres e inútiles. A veces, esos mismos antiguos daban con la respuesta: imaginaban que la muerte es una amante celosa que tiene prisa en completar su cortejo de genios.

sábado, 28 de enero de 2012

Josef Strauss




JOSEF STRAUSS, también en el Cementerio Central de Viena.

Compositor. Obra: valses varios.

El hijo de Johann, creador del vals vienés, no quería ser músico, sino ingeniero. Pero su hermano Johann, superado por el éxito de su orquesta, cayó enfermo varias veces, y Josef tuvo que sustituirle. Aquel dijo de este: "Josef es el mejor dotado para la música de los dos; yo, simplemente, soy el más popular". Las composiciones de Josef son románticas y ligeramente melancólicas.

1870. En Varsovia, durante un concierto, Josef cae desplomado desde el podio. Muere en Viena un mes más tarde. Tenía 42 años. Fue enterrado en el cementerio de Saint Marxer, y en 1905 fue trasladado a esta especie de olimpo o parnaso musical, donde reposa con los suyos.

Johann Strauss, padre




JOHANN STRAUSS, PADRE, en el Cementerio Central de Viena (hasta 1904, en el cementerio Doblinger de la misma ciudad).

Compositor. Principales obras: vals vienés, Marcha Radetzky.

En la actualidad, la Nochevieja del Musikverein de Viena es coto de aristócratas, políticos, artistas y personajes pudientes. El vals vienés, sin embargo, no siempre fue un caramelo palaciego.

Strauss se hizo a sí mismo. Su madre murió cuando él tenía 7 años, y su padre (que era posadero) pereció ahogado cinco años después. Strauss aprendió el arte de la encuadernación, pero pronto sintió que la música era su auténtica pasión. El resto es historia bien conocida: trabajó en la orquestilla de Lanner, creó la suya y compitió con su antiguo mentor, dio giras por pueblos, aldeas y ciudades, transformó la música popular de Austria en lo que hoy llamamos vals vienés, alcanzó a pisar los palacios, fue uno de los primeros en cobrar por la entrada a sus conciertos y bautizó sus valses con nombres propios para mejor vender sus partituras. Strauss, el padre, no solo inventó el vals vienés: también creó su mercadotecnia y su prestigio, que aún duran.

Falleció en 1849. Uno de sus hijos bastardos le había contagiado la escarlatina, como si su muerte fuese la expiación de sus pecados. Otro hijo, el Johann legítimo, llevaba años haciéndole sombra con su propia orquesta, como si el destino hubiera querido que el hombre que pisó a Lanner fuera pisado por su propio vástago.

A veces, los hombres tienen gestos de generosidad cuando les llega la hora última. Lanner, su rival, había muerto en 1843. Strauss, el padre, pidió ser enterrado junto a él, no para seguir haciéndole sombra más allá de la vida, sino (así hay que creerlo) para tener a alguien con quien recordar los viejos tiempos durante los largos domingos de la muerte.

Cementerio Central de Viena

Era verano, hacía sol y daba gusto pasearse por el Cementerio Central de Viena. En este y en el de Père Lachaise de París se encuentra la mayor concentración mundial de músicos. En el vienés, casi todos están agrupados en un anfiteatro de honor. La foto que le eché al panel de la entrada puede dar una idea de lo que va uno a encontrar:


No se ve muy bien, pero está ampliado AQUÍ.

Más nombres ilustres del mismo cementerio, AQUÍ.

Es, como digo, muy agradable y cómodo, pero pienso que tienen más encanto los cementerios en los que uno tiene que hacer de explorador y buscar las tumbas desperdigadas.

La Milagrosa




LA MILAGROSA, en el Cementerio Colón de La Habana.

Lo malo de este cementerio es que apenas hay árboles: en agosto, algunos turistas preferían alquilar un taxi y recorrerlo sin sufrir el sol infernal que caía a plomo. Pero claro: si no es a pie, no tiene encanto.

Esta es la tumba más popular del cementerio.

La leyenda: Dicen los que saben que Amelia Goyri, rica aristócrata, se enamoró de un chico pobre contra la voluntad de sus rancios padres. Se casaron, quedó en estado y murió cuando daba a luz, el 3 de mayo de 1901. Tenía 24 años. Fue enterrada junto a su hija, que también falleció en el parto. Su esposo perdió la razón y, durante años, acudió a visitarla todos los días para hablar con ella y pedirle en voz alta que despertara. "¿Cómo te encuentras hoy, Amelia?", "Despierta, Amelia", eran algunas de las frases que le dirigía. Siempre vestía de negro. Antes de despedirse, golpeaba las cuatro argollas de las lápidas. Luego se retiraba tranquilamente, caminando hacia atrás para no darle nunca la espalda a su amada y a su bebé, y regresaba esa misma tarde o, a lo sumo, al día siguiente. Años después, abrieron la tumba y descubrieron que la madre estaba abrazada a la hija.

La tumba se hace famosa. Se le atribuyen nuevos milagros. El viudo exige que se detenga aquel flujo de visitantes que perturba la paz de su esposa. No le hacen caso.

En 1909 se añadió la escultura, que celebra la maternidad (el bebé) y el sacrificio (la cruz). La mujer de mármol está inspirada en fotografías de la difunta. Alrededor del sepulcro, docenas de exvotos.

Rito a seguir: tocar las cuatro argollas, rodear la tumba, solicitar el milagro y alejarse de ella sin darle la espalda.

Siempre hay flores, habaneros y turistas.


Cementerio judío de Varsovia




No es conocido por sus muertos ilustres, y en realidad ni siquiera es conocido entre los visitantes.

CEMENTERIO JUDÍO, Varsovia, Polonia.

Tiene el encanto de los cementerios abandonados. Efecto contraste: la dejación, el silencio y el olvido emergen en pleno centro de una urbe bulliciosa, como un paréntesis o un agujero. Solo las tumbas de la entrada (donde se concentran las comitivas de turistas israelíes) están algo adecentadas. Pero si uno se adentra hasta el corazón del recinto, donde es muy fácil desorientarse, empezará a perder los caminos, tendrá que apartar la maleza con las manos y sorteará a cada rato lápidas caídas, troncos tumbados y panteones derruidos.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, los judíos formaban el 30% de la población de Varsovia. En total, 350.000 personas. Hoy solo queda este cementerio en ruinas que no tiene a nadie que lo visite.

Fragmento del muro del ghetto, memorial a los pies, dentro del cementerio:



(Las fotos vuelven a ser mías.)

Cementerio judío de Breslavia





La historia se repite en todas las ciudades de Polonia. En verdad, en todas las ciudades de Europa.

CEMENTERIO JUDÍO de Breslavia (Wroclaw), Polonia.

No tiene las proporciones enormes de su equivalente en Varsovia, pero sigue siendo impresionante. Su belleza es la de un templo milenario abandonado en una selva de Oriente, con sus mosquitos, sus gatos y su silencio. Nadie lo visita, pero ahí sigue, combatido y derrotado por el tiempo. Estas lápidas caídas y estas ruinas comidas por el verdín dan fe de que en Breslavia hubo 15.000 judíos hasta hace no muchos años.

Como en el caso anterior, tampoco aquí queda nadie que las visite. Muy de tarde en tarde, y si hay suerte, algún turista ocioso como nosotros husmea entre los escombros e intenta descifrar unas letras que ya empiezan a borrarse.


El gato y el tiempo




Un capricho.

En el cementerio judío de Wroclaw me llamó la atención ese gato que está sentado sobre una tumba.

He tenido varios animales de compañía, pero nunca gatos, quizás porque desconfío de ellos. El arte y la literatura los han asociado con la brujería, con el mal, con el misterio. Poe lo empleó para inquietar a sus lectores; Lovecraft los paseó por sus relatos de terror; los antiguos observaron que hay algo divino en él. A mí me gusta lo que escribió Neruda en su Oda al gato: "...no puedo descifrar un gato. / Mi razón resbaló en su indiferencia, / sus ojos tienen números de oro". También me gusta aquel poema de Baudelaire donde dice: "amigos de la ciencia y del placer amable, / van buscando el silencio de penumbra sombría". Pero me gusta, sobre todo, aquello que escribió Borges:

Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.

El gato, que vive fuera del tiempo y nos observa con indiferencia, es ahora el símbolo, el guardián y el dueño de este cementerio detenido y olvidado.

jueves, 26 de enero de 2012

Pau Casals



En un cuento de Kafka, un hombre intenta todos los días visitar el pueblo de al lado, pero siempre le surgen obstáculos. Muere sin conseguirlo. Eso me pasa a mí: he aquí otro vecino a quien no he visto.

PAU CASALS, en el cementerio del Vendrell, honrado con una vistosa ofrenda floral.

Cuando tenía 9 años, asistió al circo y vio un violonchelo. Desde entonces, se enamoró de aquel instrumento noble, grave, sutil, capaz de emocionar como pocos pueden hacerlo. Peret 'el barber' (Perico 'el barbero'), su vecino, le construyó uno con una calabaza. El pequeño Pau no podía saber que, gracias a los payasos y a las artes del barbero, estaba germinando uno de los mayores violonchelistas de la historia.

Creció. Se hizo amigo de los mejores músicos de su época, dio conciertos en todo el mundo, fundó la orquesta que lleva su nombre, se exilió a Francia y Puerto Rico, compuso el himno de las Naciones Unidas, tocó ante Kennedy en la Casa Blanca y (lo más importante) dio nueva vida a las Suites de Bach, hasta entonces olvidadas y desde entonces imprescindibles.

1973. Fallece en Puerto Rico de un ataque al corazón. Dicho con palabras más poéticas: muere de viejo. Tiene 97 años.

1976. Vuelve la democracia a España, que él no alcanzó a ver. Sus restos son trasladados al cementerio del Vendrell, donde nació.

Hace muchos años, los nazis amenazaron con quemarle las manos; no sé cómo fue enterrado, pero no cuesta nada imaginarlo bajo la tierra de sus padres, las manos íntegras, un chelo de calabaza entre ellas, la memoria ocupada por payasos de circo, en un sueño sin tiempo donde el anciano se confunde de nuevo con el niño.

Enrico Caruso







ENRICO CARUSO, en el cementerio Del Pianto, Nápoles.

No tenía una técnica irreprochable, pero su voz era viril y dulce, y marcó toda una época. Además, fue la estrella prematura de la discografía: su primera grabación es de 1902, cuando se usaban cilindros acústicos, y desde entonces no ha dejado de estar presente en todos los formatos.

Durante sus últimos meses tuvo que convivir con una dolorosa enfermedad. Quizá la responsable última fuera una columna de un decorado escénico, que le cayó sobre el pecho. Sea como fuere, desarrolló una pleuresía purulenta, que lo obligó a interrumpir conciertos y lo mantuvo en la cama aullando de dolor. De nada sirvió que lo operasen siete veces: en 1921, mientras se bañaba en su habitación del hotel Vittoria de Nápoles, acabó su tormento. Desde entonces, la suite se ha conservado intacta:



Caruso vivió con intensidad, se casó varias veces, cortejó a muchachitas jóvenes, cantó, bebió y rió. Pero también sufrió mucho, como si una ley compensatoria rigiera nuestros destinos. Hoy, su voz nos llega desde muy lejos, como si surgiera de la noche de los tiempos y en ella la potencia y la dulzura se vistieran de un aura espectral, no exenta de encanto.

Durante ocho años, los napolitanos pudieron ver su cuerpo embalsamado, inmóvil detrás de una vitrina.

martes, 24 de enero de 2012

Karl Böhm



Parece mentira, pero ningún melómano lo ha fotografiado. Paciencia y barajar.

KARL BÖHM, en el cementerio de Steinfeld, Graz, Austria.

Director de orquesta. Especialidades: Mozart, Strauss, Wagner.

No hay duda de que fue uno de los mayores directores del pasado siglo. Las óperas de Strauss (del que era amigo) son patrimonio suyo. Nos dejó, además, grabaciones espléndidas del Anillo de Wagner. De todas las oberturas que he escuchado del Tristán, la suya es la que prefiero.

Los biógrafos suelen suavizarlo, pero no hay que llamarse a engaño: Böhm admiró la utopía nazi, saludó con fervor el ascenso de Hitler y creyó que con él el mundo sería mejor. Escogió el bando equivocado. La grandeza de sus trabajos posteriores (en Bayreuth, en Viena, en Salzburgo, en Nueva York) invitan a disociar al hombre político y al músico; a olvidar, en fin, aquello que no debería preocupar a un melómano.

Böhm murió en Salzburgo, durante el Festival, en 1981. Tenía 86 años. Preparaba los ensayos de Elektra, esa ópera oscura y llena de horrores donde la esposa mata al marido y el hijo asesina a la madre. No sé qué hubiera opinado Ancerl.

Anton Bruckner



ANTON BRUCKNER, Iglesia de San Florián, Linz, Austria.

Conviene fijarse bien en la fotografía, porque hubiera hecho las delicias de un escritor de relatos góticos: el divino y enjuto Bruckner, el músico de Dios, descansa en una cripta, bajo el Gran Órgano, rodeado de cientos de calaveras que lo vigilan desde sus cuencas vacías. Al parecer de algunos, puro catolicismo monástico, casi cartujano; al parecer de otros, puro mal gusto.

Este compositor, fervoroso de Wagner y autor de sinfonías y misas, desarrolló un estilo propio. Edificó algo en apariencia imposible: levantó catedrales de viento, columnas de sonido, esculturas verticales de aire. Tuvo fama de patán y de hombre mediocre y pusilánime. Dicen que Mahler dijo: "Bruckner fue mitad dios, mitad idiota".

La muerte de Bruckner (o, mejor, el nombre de su muerte) está entre mis favoritas. Estamos acostumbrados a que los modernos se mueran de insuficiencias, de paros, de colapsos, de cánceres. Bruckner murió de viejo, como morían nuestros abuelos, como siempre ha muerto un hombre de 72 años.

Sucedió en 1896. Trabajó hasta sus últimos días. Según algunos, sucumbió a la maldición de la Novena.

lunes, 23 de enero de 2012

Benjamin Britten


BENJAMIN BRITTEN, cementerio de San Pedro y San Pablo, Aldeburgh, Reino Unido.

No es un secreto que Britten era homosexual, como tampoco lo es que su gran amor fue el tenor Peter Pears. De ahí las dos lápidas, bajo las cuales reposan ambos.

Britten fue uno de los grandes compositores del siglo XX. Principales obras: Réquiem de guerra, Peter Grimes, La vuelta de tuerca.

En 1976 falleció de una insuficiencia cardiaca en Aldeburgh, de donde era barón y donde está enterrado.

Las coincidencias son curiosas: Britten padecía el mismo mal que acabó con Mahler; Britten quiso abandonar su última gran ópera, pero Pears lo animó a continuar; la ópera, por la que Britten renunció durante meses a cualquier intervención médica, era Muerte en Venecia. Es una ópera profundamente misteriosa, hierática, inquietante, ambigua.

Jacques Brel



JACQUES BREL, cementerio de Atuona, Polinesia francesa.

Es improbable que algún día la visite, aunque nunca se sabe: en un cuento de Cortázar, un hombre de negocios avista todas las semanas desde el avión una islita minúscula en el océano. Sueña con ella, la imagina plácida y agradable, toca en sueños sus arenas, la anhela como un oasis que podría liberarlo de su vida ajetreada. Un día se decide: lo deja todo y llega a la isla. Entonces ve en el cielo el avión que debería haber tomado. Hay humo. El avión cae al agua. No hay supervivientes.

Jacques Brel, el gran cantautor, era belga, no francés. Aunque la orquestación de sus canciones ha envejecido peor que la guitarra de Brassens, nos ha dejado himnos sardónicos y piezas románticas que han sido la banda sonora de muchos amantes. El mejor ejemplo: Ne me quitte pas.

Su final es admirable.

1973. Hace años que decidió no volver a cantar. Ahora, decide que lo dejará todo. Se instala en la Polinesia francesa, se compra un velero, trampea las horas pescando, ayuda a los lugareños transportándolos en el avión-taxi que él pilota.

1977. Un cáncer de pulmón lo obliga a volver. Podría decirse que regresó a París para morir. Sucedió en 1978.

Sus despojos fueron devueltos a la Polinesia, donde reposa muy cerca de Gauguin. Es (qué duda cabe) el veraneante eterno, el que se pasa la muerte de vacaciones, como quería Brassens. Es, además, el protagonista del cuento de Cortázar, que nos observa sin envidia desde su paraíso.

Georges Brassens





Tenía que ponerlo.

GEORGES BRASSENS, en el cementerio Le Py, en Sete, Heraut, Languedoc-Roussillon, Francia.

Este cantautor ha marcado a varias generaciones, incluso tras su muerte. Ácrata, anarquista, ácido, irónico, bienhumorado, buen vividor, siempre tocaba acompañado de su guitarra. Sus letras (y sus melodías) son espléndidas.

Murió en 1981 de un cáncer de colon. La noticia conmocionó a Francia. Lo han cantado en 21 idiomas.

En una canción dijo que quería ser enterrado en la playa de Sète, frente al mar y bajo los enamorados y los turistas. Casi lo consigue: no está bajo la arena, pero reposa en Sète, frente al mar, junto a los suyos, en un hermoso cementerio que bien merece una visita.



Súplica para ser enterrado en la playa de Sete (audición obligatoria):


Sí, lo consiguió: está a los pies de un pino, que le da sombra.

Dennis Brian



DENNIS BRIAN, cementerio de Hampstead, Londres.

Trompetista. Principales grabaciones: conciertos para corno de Mozart.

Sus grabaciones junto a Karajan y la Philharmonia aún son la referencia. Tenía 24 años y ya era el principal solista de corno de Inglaterra.

Su muerte fue prematura. Amaba los coches. Dicen que, en las sesiones de grabación, tocaba de memoria mientras leía la revista Autocar, que ponía sobre el atril en lugar de la partitura. En 1957, volvía de un concierto en Edimburgo y se estrelló al volante de su deportivo Triumph. Tenía 36 años, y muchas grabaciones pendientes que no pudieron ser.

El corno nunca ha sido un instrumento estrella: Brian enseñó que podía ser más hermoso que un violín. Sus grabaciones, como ya se ha dicho, son todavía legendarias.

Johannes Brahms


JOHANNES BRAHMS, en el Cementerio Central de Viena.

La concentración de genios garantiza un flujo constante de visitas, genuflexiones y flores. En efecto, se da la mano con Beethoven, Schubert y el monumento dedicado a Mozart, por citar solo a los grandes.

Dicen que era huraño, solitario, descuidado en su persona y algo tacaño. Pero también es cierto que solía pasear por los bosques que rodeaban Viena, y que llevaba caramelos para los niños.

Murió en 1897 de un cáncer de hígado o páncreas. Tenía 63 años.

Alexander Borodin



ALEXANDER BORODIN, monasterio Alexander Nevsky, San Petersburgo, Rusia.

Compositor. Principales obras: Príncipe Igor, Danzas polovotsianas, En las estepas del Asia central.

Miembro del Grupo de los Cinco, junto a Mussorgsky y Rimsky-Korsakov.

A veces, las muertes se encadenan: en 1881, la muerte de su amigo Mussorgsky afectó profundamente a Borodin. Desde entonces, sufrió varios ataques de corazón y una crisis de cólera. En 1887, padeció un nuevo ataque durante un baile de máscaras y falleció. Su esposa lo acompañó cinco meses después.

Difícil imaginar una muerte más teatral: el dolor por el amigo, el baile aristocrático, la muerte enmascarada y nocturna, la orquesta que interrumpe la música, las correrías nerviosas, la esposa fiel.

Leonard Bernstein



La fotografía es excelente (no es mía; no tuve tiempo de acercarme cuando estuve hará ocho años).

LEONARD BERNSTEIN, cementerio de Green-Wood, Brookling, Nueva York, sector G, n.º 43642.

Compositor y director de orquesta. Como compositor: West Side History, Candide. Como director: Barber, Mahler, Copland, Shostakovich.

Fue un maestro de la gesticulación exagerada, pero dirigía con pasión. En los vídeos de su integral de Mahler, lo normal es que termine el concierto absolutamente sudado. Dirigió la Filarmónica de Nueva York y fundó la de Los Ángeles.

Quienes lo hayan visto en entrevistas sabrán que Lenny (como lo llamaban los suyos) era fumador. Lenny murió en 1990 de un enfisema pulmonar. El día de su entierro, los bomberos de Nueva York se quitaron los cascos a su paso y lo saludaron al grito de: "¡Goodbye, Lenny!".

El cementerio está en el punto más alto de Brookling. Su tumba está en el punto más alto del cementerio, rozando el cielo. Junto a él, su esposa. Pegada a su corazón, una copia de la Quinta de Mahler.