sábado, 4 de febrero de 2012

Para quien ya se lo sabe



A CAMBIO DE UNA ROSA

Ahora que estás dormida
y nada te molesta;
que ni el gusto ni el tacto
ni mi vista te alteran;
que nada te distrae
de tu sola conciencia;
que mis solas palabras
habitarán tus sombras;
ahora que duermes sola
y solamente sueñas,
y quizá estás conmigo
en tus sueños de niebla,
déjame que te diga
palabras que ya sabes,
que susurro a diario
aunque no las pronuncie
y aunque tú no las oigas.
Sin ti soy un fantoche
sin alma que lo habite,
porque tú eres mi alma
y la vida que tengo
a ti sola la debo.
Esto parece tópico,
pero no sé decirlo
con las sílabas nuevas
que me pide la boca
y que tú y yo sabemos.
A ti sola la debo
la vida que no tuve,
y sin ti soy fantasma
que deambula en el mundo
desnortado, sin rumbo,
sin cadenas ni ganas
de espantos, sin pasado,
atrapado en un tiempo
que no es suyo y que, acaso,
ha tomado prestado
de otro espectro doliente.
Tú me has dado la carne,
el anclaje en el mundo,
el reloj donde vivo,
un teléfono, señas
de una calle cualquiera,
el nombre que me habita
y tu cara de espejo
en que miro mis ojos.
En ti me reconozco.
Es bastante. Allá lejos
(¡qué lejos todavía!),
las colinas verdean
antes del llano grande.
No me importa qué curvas
tomarán los caminos,
ni si hay pozos o albergues
del lado de la muerte.
Procuro los pertrechos;
todo está preparado:
tus brazos, mi posada;
fresca fuente, tus labios.
Sigamos el sendero,
las peñas, las riberas,
con las manos atadas:
la mía, de fantasma
insensible, en la tuya
de muñeca de trapo
poblada con mi alma;
y, entre tanto, despierta
de tu sueño de ahora,
que soñaremos juntos
bajeles y piratas
que en el mar infinito
abren surcos profundos
y trazan con su estoque
rosas rojas de sangre
y sueñan con muchachas
de trapo y con fantasmas
que en días como este
se duermen lentamente
al compás de las aguas.

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