JOHANNES BRAHMS, en el Cementerio Central de Viena.
La concentración de genios garantiza un flujo constante de visitas, genuflexiones y flores. En efecto, se da la mano con Beethoven, Schubert y el monumento dedicado a Mozart, por citar solo a los grandes.
Dicen que era huraño, solitario, descuidado en su persona y algo tacaño. Pero también es cierto que solía pasear por los bosques que rodeaban Viena, y que llevaba caramelos para los niños.
Murió en 1897 de un cáncer de hígado o páncreas. Tenía 63 años.
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