ENRICO CARUSO, en el cementerio Del Pianto, Nápoles.
Durante sus últimos meses tuvo que convivir con una dolorosa enfermedad. Quizá la responsable última fuera una columna de un decorado escénico, que le cayó sobre el pecho. Sea como fuere, desarrolló una pleuresía purulenta, que lo obligó a interrumpir conciertos y lo mantuvo en la cama aullando de dolor. De nada sirvió que lo operasen siete veces: en 1921, mientras se bañaba en su habitación del hotel Vittoria de Nápoles, acabó su tormento. Desde entonces, la suite se ha conservado intacta:
Caruso vivió con intensidad, se casó varias veces, cortejó a muchachitas jóvenes, cantó, bebió y rió. Pero también sufrió mucho, como si una ley compensatoria rigiera nuestros destinos. Hoy, su voz nos llega desde muy lejos, como si surgiera de la noche de los tiempos y en ella la potencia y la dulzura se vistieran de un aura espectral, no exenta de encanto.
Durante ocho años, los napolitanos pudieron ver su cuerpo embalsamado, inmóvil detrás de una vitrina.
Durante ocho años, los napolitanos pudieron ver su cuerpo embalsamado, inmóvil detrás de una vitrina.
2 comentarios:
Si murio en el 21. ¿Como se podia estar bañando en el 28?
Tienes razón. Ya está corregido. Gracias por el apunte y saludos.
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