lunes, 23 de enero de 2012

César Franck



CÉSAR FRANCK, en el cementerio de Montmartre.

Otro al que algún día presentaré mis respetos.

No fue un músico genial, pero tiene obras muy buenas y debió ser interesante como personaje. Principales obras: Sinfonía en re menor, Quinteto en fa menor, piezas para órgano.

Cuando Liszt lo escuchó al órgano, declaró: "¡Bach ha resucitado!". Fue uno de esos excéntricos que hablan solos por la calle, solo que él no hablaba, sino que tatareaba melodías suyas y ajenas. Debió ser simpático. Débussy escribió: "Este hombre, que fue desafortunado e ignorado, tenía el alma de un niño. Era tan bueno que ni los fracasos ni la maldad de los demás lograron que se sintiera un amargado".

Lo mejor de su obra (y también su éxito) llegaron al final de su vida: "¡Por fin empiezan a entenderme!", exclamó tras el éxito de su Quinteto. Años atrás, tras el estreno de su Sinfonía, Gounod había escrito: "esta obra es la afirmación de la incompetencia llevada hasta sus límites".

Murió en 1890, después de un golpe tonto. Su carro de caballos chocó con un ómnibus, se desmayó y recuperó la conciencia. Horas después, sintió un fuerte dolor de cabeza. Veraneó. Volvió a París. El médico le recomendó que guardara reposo, pero él acudió a dar sus clases. La del 18 de octubre fue la última: volvió a casa, se empezó a encontrar mal, agonizó en su cama, se lamentó: "¡Mis hijos, mis pobres hijos!", expiró.

Parece que fue feliz, y dejó su estela en sus obras. Creo que no se le puede pedir más a la vida.

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