
Una curiosidad.
En el Père Lachaise reposa RODOLPHE KREUTZER, el dedicatario de la famosa Sonata n.º 9 "Kreutzer" de Beethoven.
Otra curiosidad.
En un primer momento, Beethoven dedicó la obra (1803) a otro violinista, llamado George Bridgetower, pero al parecer ambos riñeron y el genio de Bonn decidió imprimirla (1805) con la dedicatoria al violinista francés Kreutzer.
En Viena, los contemporáneos tildaron la pieza de "terrorismo musical". Kreutzer opinaba algo parecido: se negó a interpretarla en público, y la consideró una obra "ininteligible". Es contemporánea de la sinfonía Heroica, de la que ahora se está hablando.
Visitamos a Kreutzer no por sus obras, sino por las de otros. El destino es juguetón: Kreutzer será recordado por una pieza que en verdad nunca entendió.
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