lunes, 23 de enero de 2012

Julio Cortázar






Debilidad personal:

JULIO CORTÁZAR, bajo la lápida blanca, los papeles, las piedrecitas y las flores. Cementerio de Montparnasse.

Este narrador, medio argentino medio parisino, es famoso por sus cuentos fantásticos, su libro Historias de cronopios y de famas y su novela Rayuela.

No pisó Argentina mientras duraron el peronismo y las dictaduras militares. En otras palabras: no pisó Argentina en muchos años. Su segunda patria fue París, ciudad que amaba profundamente y que recorría sin rumbo a diario.

Su final es muy triste pero muy hermoso. Lo cuento porque está reflejado en un libro que no se conoce mucho.

1970. Se casa (creo que en París) con Carol Dunlop.

1982, mayo y junio. Cortázar y Carol inventan un juego: deciden cruzar Francia, de París a Marsella, en una furgoneta Wolkswagen, con tres condiciones. Bajo ningún concepto abandonarán la autopista; solo harán dos paradas al día; llevarán un diario que escribirán a medias y donde anotarán todas sus ocurrencias y anécdotas. El viaje, en el que solo intervienen ellos dos, es divertidísimo. Ella tiene 36 años y él, 68, pero parecen jóvenes de 18.

1982, septiembre. Tras el viaje, Carol enferma de gravedad y sufre una muerte fulminante. Cortázar, completamente hundido, manda publicar el diario con el título Los autonautas de la cosmopista, y lo encabeza con este homenaje:


"Lector, tal vez ya lo sabes: Julio, el Lobo, termina y ordena solo este libro que fue vivido y escrito por la Osita y por él como un pianista toca una sonata, las manos unidas en una sola búsqueda de ritmo y melodía.

...

También allí encontramos felicidad, ya no solo en los paraderos del París-Marsella sino en el contacto diario con mujeres, hombres y niños que miraban como nosotros hacia delante. Allí la Osita empezó a declinar víctima de un mal que creíamos pasajero porque en ella la voluntad de la vida era más fuerte que todos los pronósticos, y yo compartía su coraje como siempre compartí su luz, su sonrisa, su enamorada vivencia del sol, del mar y de la esperanza en un futuro más hermoso. Volvimos a París llenos de planes: terminar el libro, dar sus derechos de autor al pueblo nicaragüense, vivir, vivir todavía más intensamente. Siguieron dos meses que nuestros amigos llenaron de cariño, dos meses en que rodeamos a la Osita de ternura y en que ella nos dio cada día ese valor que nos iba abandonando. La vi emprender su viaje solitario, donde yo no podía ya acompañarla, y el 2 de noviembre se me fue de entre las manos como un hilito de agua, sin aceptar que los demonios dijeran la última palabra, ella que tanto los había desafiado y combatido en estas páginas.

A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años, terminar solo este relato. Bien sé, Osita, que habrías hecho lo mismo si me hubiera tocado precederte en la partida, y que tu mano escribe, junto con la mía, estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será nunca más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir como acaso hemos llegado a mostrarlo en esta aventura que toca aquí a su término pero que sigue, sigue en nuestro dragón, sigue para siempre en nuestra autopista."

1984. Dos años después del fallecimiento de Carol, Cortázar muere en París, víctima de una leucemia. El Gran Cronopio está enterrado junto a Carol.


Es costumbre dejar sobre la lápida una copa de vino, un billete de metro o una piedra para jugar a la rayuela. Yo dejé el billete de metro, para que los autonautas continúen su viaje. Aquí le dejo otro:


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